por Ivan Illich
LA INVERSIÓN POLÍTICA (Capítulo v)
Si en un futuro muy próximo la humanidad no limita el impacto de su instrumentación sobre el ambiente y no pone en obra un control eficaz de nacimientos, nuestros descendientes conocerán el espantoso apocalipsis predicho por muchos ecólogos. La sociedad puede aislar su supervivencia dentro de los límites fijados y reforzados por una dictadura democrática, o bien reaccionar políticamente a la amenaza, recurriendo a los procedimientos jurídico y político. La falsificación ideológica del pasado nos vela la existencia y la necesidad de esta elección.
La gestión burocrática de la supervivencia humana es una elección aceptable, desde un punto de vista ético o político. Pero habrá de fracasar. Es posible que la gente vuelva a poner de su propio grado sus destinos en manos de un Hermano Mayor y de sus agentes anónimos, aterrorizados por la creciente evidencia de la superpoblación, de la mengua de los recursos y de la organización insensata de la vida cotidiana. Es posible que a los tecnócratas se les encargue conducir al rebaño al borde del abismo, es decir, fijar los límites multidimensionales al crecimiento, justamente más acá del umbral de la autodestrucción. Semejantes fantasía suicida mantendría al sistema industrial en el más alto grado de productividad capaz de ser tolerado.
El hombre viviría protegido en una cápsula de plástico que le obligaría a sobrevivir como el condenado a muerte antes de la ejecución. El umbral de tolerancia del hombre en materia de programación y de manipulación pronto se volvería el obstáculo más serio para el crecimiento. Y la empresa alquímica renacería de sus cenizas: se trataría de producir y de hacer obedecer al mutante monstruoso parido por la pesadilla de la razón. Para garantizar su supervivencia en un mundo racional y artificial, la ciencia y la técnica se empeñarían en instrumentar el siquismo del hombre. Desde el nacimiento a la muerte, la humanidad estaría confinada en la escuela permanente, extendida a escala mundial, tratada de por vida en el gran hospital planetario y atada día y noche a implacables cadenas de comunicación. Es así como funcionaría el mundo de la Gran Organización. Sin embargo, los fracasos anteriores de las terapias de masa hacen esperar la quiebra también de este último proyecto de control planetario.
La instalación del fascismo tecnoburocrático no está escrita en las estrellas. Existe otra posibilidad: un proceso político que permita a la población determinar el máximo que cada uno pueda exigir, en un mundo de recursos manifiestamente limitados; un proceso consensual destinado a fijar y mantener límites al crecimiento de la instrumentación; un proceso de estímulo a la investigación radical, de manera que un número creciente de gente pueda hacer cada vez más con cada vez menos. Un programa así puede aún parecer utópico en la hora actual; si sigue agravándose la crisis, pronto revelará un realismo extremo.
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EL PRECIO DE ESTA INVERSIÓN (Capítulo II, La reconstrucción convivencial)
Sin embargo, la transición del presente estado de cosas a un modo de producción convivencial amenazará a mucha gente, incluso en sus posibilidades de sobrevivir. En opinión del hombre industrializado, los primeros en sufrir y morir, a consecuencia de los límites impuestos a la industria, serían los pobres. Pero la dominación del hombre por la herramienta ha tomado ya un giro suicida. La supervivencia de Bangla-Desh depende del trigo canadiense, y la salud de los neoyorkinos exige el saqueo de los recursos planetarios. La transición pues a una sociedad convivencial irá acompañada de extremos sufrimientos: hambre para algunos, pánico para los otros. Tienen el derecho a desear esta transición sólo aquellos que saben que la organización industrial dominante está en vías de producir sufrimientos aún peores, so pretexto de aliviarlos. Para ser posible dentro de la equidad, la supervivencia exige sacrificios y postula una elección. Exige una renuncia general a la sobrepoblación, a la sobreabundancia y al superpoder, ya se trate de individuos o de grupos. Esto redunda en renunciar a la ilusión que sustituye la preocupación por el prójimo, es decir, lo más próximo, por la insoportable pretensión de organizar la vida en las antípodas. Esto implica renunciar al poder, en servicio tanto de los demás como de sí mismo. La supervivencia dentro de la equidad no será producto de un ukase de los burócratas, ni efecto de un cálculo de los tecnócratas. Será resultado del idealismo de los humildes. La convivencialidad no tiene precio, pero se debe saber muy bien lo que costará desprenderse del modelo actual. El hombre reencontrará la alegría de la sobriedad y de la austeridad, reaprendiendo a depender del otro, en vez de convertirse en esclavo de la energía y de la burocracia todopoderosa.
[Extractado de Ivan Illich, "La convivencialidad". Barral Editores: Barcelona, 1975, pags. 133-134, 31]
https://lesamisdebartleby.wordpress.com/2018/03/14/olivier-rey-milieu-robustesse-convivialite-contre-environnement-optimisation-complexite/#more-1460
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