por JAN-WERNER MÜLLER,
En este análisis innovador, Jan-Werner Müller sostiene que en el
meollo del populismo hay un rechazo del pluralismo. Los populistas siempre
pretenderán que ellos, y sólo ellos, representan al pueblo y sus auténticos intereses.
Müller muestra también que, a contrapelo de las ideas convencionales, los
populistas pueden llegar a gobernar en base a su pretensión de tener la exclusiva representación moral del pueblo: si los populistas obtienen
suficiente poder, terminarán creando un Estado autoritario que excluya a todos
aquellos que no se considera formen parte del “pueblo” propiamente dicho. El
libro propone algunas estrategias concretas para que los demócratas liberales
tengan una mejor chance de lidiar con los populistas y, sobre todo, puedan
refutar sus pretensiones excluyentes de expresar a “la mayoría silenciosa” o “el
pueblo verdadero”.
Donald Trump, Silvio Berlusconi, Marine Le Pen, Hugo Chávez
—los populistas dan mucho que hablar en todo el mundo—. ¿Pero qué es
precisamente el populismo? ¿Deberíamos llamar populista a cualquiera que critique
a Wall Street o Washington? ¿Cuál es precisamente la diferencia entre el
populismo de derecha y el populismo de izquierda? ¿Es el populismo la fuerza que acerca
el gobierno al pueblo o es una amenaza a la democracia? ¿Quiénes son finalmente
“el pueblo” y quién puede hablar en su nombre? Nunca antes estas preguntas han
sido tan apremiantes.
Con un análisis claro, comprensible y provocador, “¿Qué es el populismo?” se apoya en la
historia contemporánea y extrae ejemplos de América Latina, Europa y Estados
Unidos para definir las características del populismo y las causas más
profundas de sus triunfos electorales en estos tiempos.
“Aparte de estas características –las que sin embargo se
explican nuevamente por las pretensiones moralistas que subyacen al populismo– hay
un objetivo más mundano que las constituciones podrían lograr para los
populistas: pueden ayudarles a mantener el poder. Por supuesto, se podría decir
que incluso este objetivo tiene aún una dimensión moral relacionada con la
imaginación populista subyacente: siendo los únicos representantes legítimos
del pueblo, los populistas ‘deberían’
quedarse en el gobierno a perpetuidad. Y si el propósito se vuelve la
preservación del poder, entonces hay también la posibilidad de que los populistas
traten a la constitución como una simple fachada, mientras se manejan de manera
muy diferente detrás de la misma. Quizás estén dispuestos incluso a sacrificar
su propia constitución si ya no les es útil para ese propósito. A este respecto
el ejemplo apropiado son los jacobinos. Como lo ha mostrado Dan Edelstein, su preocupación
tenía mucho menos que ver con la expresión fiel de la voluntad general de lo
que los historiadores se han inclinado a asumir. Los jacobinos se preocupaban
sobre las corrupciones de la voluntad general y situaron su esperanza en la
realización de una forma de derecho natural enteramente independiente de las
voluntades reales (y debilidades concomitantes) del pueblo. Cuando su propia
constitución –y las elecciones que facultaba– amenazaban con sacar a los
jacobinos del poder, éstos no dudaron en suspender de hecho la constitución y
desatar el terror en contra de aquellos considerados ‘hors la loi’ [fuera de la ley]”. (p. 63-4)
5. Los populistas pueden gobernar; y ellos probablemente lo harán en correspondencia con su adhesión básica a la idea de que sólo ellos representan al pueblo. En concreto, se abocarán a ocupar el Estado, promover el clientelismo de las bases y la corrupción [de las nueva élites], y la represión de todo lo que represente una sociedad civil crítica. Estas prácticas encuentran una justificación moral explícita en el imaginario político de los populistas quienes pueden así reivindicarlas abiertamente. Los populistas pueden también redactar constituciones; éstas serán constituciones partidarias o “excluyentes” diseñadas para mantener a los populistas en el poder, a nombre de perpetuar una voluntad popular supuestamente originaria y auténtica. Es probable que ellos conduzcan a un serio conflicto constitucional en algún momento o el siguiente.
SIETE TESIS SOBRE EL POPULISMO por Jan-Werner Müller*
1. El populismo no es ni la cara auténtica de la moderna
política democrática ni una suerte de patología ocasionada por ciudadanos
irracionales. Es la sombra permanente que acompaña a la política
representativa. Siempre existe la posibilidad de que un actor hable a nombre
del “verdadero pueblo” como una forma de enfrentar a las élites de poder
vigentes. No existía el populismo en la antigua Grecia; tal vez demagogia, pero
no populismo, puesto que este último sólo surge en los sistemas
representativos. Los populistas no están en contra del principio de
representación; insisten únicamente que sólo ellos son los representantes
legítimos.
2. No todo aquel que critica a las élites es populista.
Aparte de ser antielitistas, los populistas son antipluralistas. Pretenden que
son ellos y únicamente ellos quienes representan al pueblo. Todos los otros
contendores políticos son esencialmente ilegítimos, y todos aquellos que no los
respaldan no son propiamente parte del pueblo. Cuando están en la oposición,
los populistas insisten necesariamente en que las élites son inmorales,
mientras que el pueblo es una entidad moral cuya voluntad homogénea es incapaz
de equivocarse.
3. Con frecuencia puede parecer que los populistas pretenden
representar el bien común tal como lo desea el pueblo. Si se mira más de cerca,
resulta que lo importante para los populistas es menos el producto de un
genuino proceso de formación de la voluntad [colectiva] o un bien común que
cualquiera con sentido común puede averiguar, y más bien una representación
simbólica del “pueblo verdadero” del cual se puede deducir la política adecuada.
Esto vuelve a la posición política de un populista en inmune a la refutación
empírica. Los populistas siempre pueden recurrir al “verdadero pueblo” o la “mayoría
silenciosa” como opuestos a los representantes elegidos y los resultados
oficiales de una votación.
4. Mientras que los populistas convocan a menudo a
referendos, tales ejercicios no implican el inicio de procesos abiertos de
formación de una voluntad democrática entre los ciudadanos. Los populistas
simplemente quieren que se los confirme en lo que ellos han determinado de
antemano sea la voluntad del pueblo auténtico. El populismo no es una ruta
hacia una participación ampliada en la política.
6. A los populistas hay que criticarlos por lo que son —un
verdadero peligro para la democracia (y no únicamente para el “liberalismo”) —.
Pero eso no quiere decir que no debamos desafiarlos a un debate político.
Hablar con los populistas no es lo mismo que hablar como los populistas. Se
puede abordar los problemas que ellos plantean con seriedad sin tener que
aceptar las formas en que ellos formulan estos problemas.
7. El populismo no es un remedio a la democracia liberal,
como a veces se afirma, en el sentido de que “acerque la política al pueblo” o restituya
la soberanía popular. Pero puede servir para poner en claro que hay sectores de
la población que efectivamente carecen de representación política (la falta de
representación puede ser respecto a intereses o identidad, o ambos). Esto no
justifica la pretensión de los populistas de que únicamente los que los
respaldan son el verdadero pueblo y de ser ellos los únicos representantes
legítimos. El populismo entonces debería obligar a los defensores de la
democracia liberal a pensar más exhaustivamente acerca de qué deficiencias de representación podría haber en la actualidad. Debería también obligarlos a
abordar algunas cuestiones morales más generales. ¿Cuáles son los criterios de
pertenencia al sistema político? ¿Por qué el pluralismo es justamente algo que
vale la pena preservar? ¿Y cómo se pueden abordar las preocupaciones de los
votantes populistas considerados como ciudadanos libres e iguales, y no como
casos patológicos de hombres y mujeres impulsados por la frustración, el rencor
y el resentimiento? La esperanza es que este libro haya sugerido al menos algunas respuestas a estas preguntas.
* Traducción (no autorizada) de Hernando Calla; La Paz – Bolivia, 25 mayo
2017
Extractado
de Jan-Werner Müller, “What is populism?”
[¿Qué es el populismo?]. (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2016).
Jan-Werner Müller es Profesor de Política en la Universidad de Princeton. Es autor de varios libros, entre los más recientes: “Refutando a la democracia: las ideas políticas en Europa del siglo XX”. Müller escribe con regularidad en el London Review of Books, el Guardian, y el New York Review of Books.
Jan-Werner Müller es Profesor de Política en la Universidad de Princeton. Es autor de varios libros, entre los más recientes: “Refutando a la democracia: las ideas políticas en Europa del siglo XX”. Müller escribe con regularidad en el London Review of Books, el Guardian, y el New York Review of Books.
Fuente: http://www.upenn.edu/pennpress/book/15615.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario