Bertolt Brecht
1898–1956
You hope,
yes, [Tienes
la esperanza, sí,]
your books will excuse you, [tus
libros te justificarán,]
save you
from hell: [te
salvarán del infierno:]
nevertheless, [aun
así,]
without looking sad, [sin
parecer triste,]
without in any way [de
modo alguno]
seeming to blame [sin
parecer culpar]
(He doesn’t
need to, [(No necesita
hacerlo,]
knowing well [sabiendo
bien]
what a lover
of art [a lo que
un amante del arte]
like yourself pays heed to), [como tú le presta atención),]
God may reduce you [Dios
puede reducirte]
on Judgment
Day [en el Día
del Juicio]
to tears of shame, [a
lágrimas de vergüenza,]
reciting by heart [recitando
de memoria]
the poems you would [los
poemas que]
have written, had [hubieses
escrito, si]
your life been good. [tu vida hubiera sido buena.]
W. H. AUDEN
IV
Lo que
devolvió a Brecht a la realidad, y casi mató su poesía, fue la compasión. Cuando
el hambre se enseñoreó, él se rebeló junto a esos que pasaban hambre: “Me
dicen: tu comes y bebes –¡bien por ti! ¿Pero cómo puedo comer y beber cuando robo
mi comida del hombre que pasa hambre, y cuando mi vaso de agua lo necesita
alguien que se muere de sed?" [i][45]
La compasión era sin duda la pasión de Brecht más intensa y básica, por consiguiente
aquella que ocultaba con mayor ansiedad y al mismo tiempo la que menos podía
ocultar; brilla a través de cada drama que escribió. Aún en medio de la diversión
cínica de la Opera de tres centavos, se pueden oír grandiosas líneas de
acusación:
Erst muss es möglich sein auch armen Leuten
Vom grossen Brotlaib sich ihr Teil zu schneiden. [ii][46]
Y lo que se
cantaba allí burlescamente siguió siendo su tema hasta el último:
Ein guter
Mensch sein! Ja, wer wär’s nicht gern?
Sein Cut den Armen geben, warum nicht?
Wenn alle gut sind, ist Sein Reich nicht fern
Wer sässe nicht sehr gern in Seinem Licht? [iii][47]
El leitmotiv
era la intensa tentación por hacer el bien en un mundo y bajo circunstancias
que vuelven a la bondad imposible y contraproducente. El conflicto dramático en
las obras de Brecht es casi siempre el mismo: aquellos que, acicateados por la
compasión, se disponen a cambiar el mundo no pueden darse el lujo de ser buenos,
Brecht descubrió gracias a su instinto aquello que los historiadores de la
revolución han fracasado consistentemente en poder ver: a saber, que los
modernos revolucionarios desde Robespierre hasta Lenin estaban motivados por la
pasión de la conmiseración –le zèle compatissant de Robespierre, quien
aún era lo suficientemente inocente como para admitir de manera abierta esta
poderosa atracción hacia “les hommes faibles” y “les malheureux”.
“Los clásicos”, Marx, Engels y Lenin, en el lenguaje codificado de Brecht, “eran
los más compasivos entre los hombres”, y lo que los distinguía de la “gente ignorante”
era que sabían cómo “transformar” la emoción de la compasión en la pasión de la
“ira”. Comprendieron que no es la compasión lo que se niega a los que se
rechaza ayudar”. [iv][48]
De ahí que Brecht se convenció, probablemente sin saberlo, de la sensatez del
precepto de Maquiavelo para los príncipes y hombres de Estado, quienes deben
aprender “cómo no ser buenos”, y comparte con Maquiavelo la actitud sofisticada
y aparentemente ambigua hacia la bondad que ha sido objeto de tantas confusiones,
simplonas e ilustradas –en su caso como en el caso de su predecesor–.
“Cómo no
ser bueno” es el tema de San Juana de los corrales, el maravilloso drama
temprano acerca de la muchacha de Chicago en el Ejercito de Salvación quien debe
aprender, para el día en que se tiene que dejar este mundo, que será de mayor
importancia dejar tras de sí un mundo mejor que haber sido buenos. En los
dramas de Brecht, la pureza, el coraje y la inocencia de Joan se equiparan a
los de Simone en Las visiones de Simone Machard, la niña que se sueña
con Juana de Arco bajo la ocupación alemana, y a los de la muchacha Grusche en El
círculo de tiza caucásica, donde por una vez todo el dilema de la bondad
queda explicitado: “Terrible es la tentación de ser bueno” (“Schrecklich ist
die Verführung zur Güte”); poco menos que irresistible en su atracción,
peligrosa y sospechosa en sus consecuencias (¿Quién conoce la cadena de acontecimientos
que resultan de lo que se hizo bajo el impulso del momento? ¿No será que el
simple gesto lo distraerá de tareas más importantes?), pero asimismo también
irrevocablemente terrible para aquel, demasiado ocupado ya sea con su propia supervivencia
o con salvar el mundo, que resiste la tentación: “Aquella que no escucha la súplica
de ayuda pero sigue su camino con un oído distraído: nunca más escuchará ella
el suave llamado del amado, o el mirlo al amanecer, o el feliz suspiro de la extenuada
cosechadora cuando las campanas tocan el Angelus”. [v][49]
La disyuntiva de ceder o no ceder a esta tentación y cómo se han de resolver
los conflictos a los que ser bueno inevitablemente conduce son los temas
siempre recurrentes en los dramas de Brecht. En El círculo de tiza caucásica,
la muchacha Grusche cede a la tentación, y todo termina bien. En La buena
mujer de Setzuan, se resuelve el problema creando un doble papel: la mujer,
que es demasiado pobre para ser buena, y quien literalmente no puede permitirse
la compasión, se convierte en un duro hombre de negocios durante el día, hace
mucho dinero engañando y explotando a la gente, y en la noche dona las ganancias
del día a la mismísima gente. Esta era una solución práctica, y Brecht era un hombre
muy práctico. El tema también está presente en Madre Coraje (la propia
interpretación de Brecht, no obstante), e incluso en Galileo. Y
cualquier duda remanente acerca de la autenticidad de esta compasión apasionada
debería disiparse cuando leemos la última estrofa de la canción final en la versión
cinematográfica de La ópera de tres centavos:
Denn die einen sind im Dunkeln
Und die andern sind im Licht.
Und man siehet die im Lichte
Die im Dunkeln sieht man nicht. [vi][50]
Desde que
la Revolución Francesa implicó un torrente de inmensos contingentes de pobres
irrumpiendo por primera vez en las calles de Europa, ha habido muchos
revolucionarios que, como Brecht, actuaban por compasión y ocultaban su
compasión, bajo el velo de teorías científicas y retórica dura, por vergüenza. Sin
embargo, hubo muy pocos entre ellos que entendieron la ofensa adicional a las
vidas lesionadas de los pobres por el hecho de que sus sufrimientos permanecieron
en la oscuridad y no fueron registrados siquiera en la memoria de la humanidad.
Mitkämpfend fügen die grossen umstürzenden Lehrer des
Volkes
Zu der Geschichte der herrschenden Klassen die der
beherrschten. [vii][51]
Así es como
Brecht lo expresó en su versión poética curiosamente barroca del “Manifiesto
Comunista” a la que concibió como parte de un largo poema didáctico “Sobre la
naturaleza del hombre”, teniendo como modelo a “Sobre la naturaleza de las
cosas” de Lucrecio, y que resultó casi en un total fracaso. De cualquier manera,
él comprendió y se escandalizó no solo por los sufrimientos de los pobres sino
por su obscuridad; como John Adams, pensaba que el hombre pobre era el hombre
invisible. Y fue a partir de este escándalo, tal vez incluso más que por
compasión y vergüenza, que empezó a tener la esperanza del día en que la
tortilla se diera la vuelta, cuando las palabras de Saint-Just –“Les malheureux
sont la puissance de la terre”– se volvieran realidad.
Es más, fue
por un sentimiento de solidaridad con los pisoteados y oprimidos que Brecht
escribió buena parte de su poesía en forma de balada. (Al igual que otros
maestros del siglo –W. H. Auden, por ejemplo – él tenía la facilidad del recién
llegado para los géneros poéticos del pasado, y entonces era libre de elegir). Puesto
que la balada, salida de canciones populares y callejeras y, de modo no muy
diferente de los espirituales negros, de interminables estrofas donde las
muchachas de la servidumbre se lamentaban en la cocina de amantes infieles e
infanticidios de inocentes –“Die Mörder, denen viel Leides geschah” (“Las homicidas
profundamente afectadas por la pena”) –, siempre había sido la vena de la
poesía no escrita, la forma artística, si tal cosa existía, en que la gente
condenada a la oscuridad y el olvido intentaba registrar sus propias historias
y crear su propia inmortalidad poética. Es innecesario decirlo, la canción popular
había inspirado a la gran poesía en idioma alemán antes de Brecht. Las voces de
las sirvientas resuenan a través de las canciones alemanas más bellas, desde Mörike
hasta el Hofmannsthal joven, y antes de Brecht el maestro del moritat era Frank
Wedekind. Asimismo, la balada en que el poeta se convierte en narrador tenía
grandes predecesores, entre ellos Schiller y otros poetas antes y después de él,
y gracias a ellos había perdido, junto con su crudeza original, mucho de su popularidad.
Pero ningún poeta antes de Brecht se había aferrado con tal consistencia a
estas formas populares y había tenido éxito tan completamente en obtener para
ellas el rango de gran poesía.*
Si sumamos
todas estas cosas –la levedad y la añoranza no tanto por la gravedad sino por
la gravitación, por un punto central que pueda ser relevante dentro del
contexto del mundo moderno; más la compasión, la casi natural o, como diría
Brecht, casi animal incapacidad de soportar la vista del sufrimiento de otra gente–
su decisión de alinearse con el partido comunista es fácil de entender en las
circunstancias de la época. En lo que respecta a Brecht, el principal factor en
su decisión fue que el Partido no sólo había hecho suya la causa de los desafortunados,
sino que también poseía un conjunto de escritos a los cuales se podía recurrir
en toda circunstancia y a los que se podía citar de manera inagotable como con
la Biblia. Esto maravillaba a Brecht. Mucho antes que hubiera leído todos
los libros –en realidad, inmediatamente después de hacerse unido a sus nuevos
camaradas– empezó a hablar de Marx, Engels y Lenin, como los “clásicos”. [viii][52]
Pero lo principal era que el Partido lo había puesto en contacto diario con lo
que su compasión le había dicho que era la realidad: la oscuridad y el frio terrible
en este valle de lágrimas.
Bedenkt das Dunkel und die grosse Kälte
In diesem Tale, das von Jammer schallt. [ix][53]
De ahora en
adelante, no tendría que morder su sombrero; había algo más por hacer.
Y fue aquí,
por supuesto, donde sus problemas empezaron, así como nuestros problemas con él.
No había terminado de juntarse con los comunistas y ya había descubierto que,
para poder cambiar el mundo malo en uno bueno, no era suficiente “no ser bueno”
sino que tenía uno mismo que volverse malo; que para poder exterminar la maldad
no debiera haber maldad alguna que uno no esté dispuesto a cometer. Puesto que –¿Quién
eres tú? Húndete en el barro, abraza al carnicero, pero cambia el mundo, el
mundo necesita el cambio”–. Trotski proclamó desde el exilio inclusive, “Sólo se
puede estar en lo correcto con el partido y por el partido, porque la historia
no produjo ningún otro camino para la realización de lo correcto”, y Brecht
añadió: “Un hombre tiene dos ojos, el Partido tiene mil ojos, el Partido ve
siete países, un hombre ve una ciudad… Un hombre puede ser destruido, pero el
Partido no puede ser destruido. Porque… conduce su lucha con los métodos de los
clásicos, los cuales se sacaron del conocimiento de la realidad”. [x][54]
La conversión de Brecht no fue tan simple como pareciera en retrospectiva. Hubo
contradicciones, herejías, que emergieron aun de sus versos más militantes: “No
dejes que nadie te la charle, mira la cosa tu mismo; lo que no sabes por ti mismo,
no lo sabes; revisa la factura, tendrás que pagarla tú mismo”. [xi][55]
(¿No era que el Partido tiene mil ojos para ver lo que yo no puedo ver? ¿No era
que el Partido conoce siete países mientras que yo solo conozco esta ciudad en
que vivo?) Sin embargo, estos no eran sino deslices ocasionales, y cuando el
Partido –en 1929, después que Stalin, en el 16avo Congreso del Partido, hubo
anunciado la eliminación de la oposición de derecha e izquierda – empezó a eliminar
a sus propios integrantes, Brecht sintió que lo que el Partido necesitaba justo
en ese momento era defender la eliminación de los propios camaradas y de gente
inocente. En Medida tomada, muestra cómo y por qué razones los
inocentes, los buenos, los compasivos, esos que se escandalizan ante la
injusticia y van corriendo a ayudar, están siendo eliminados. Porque la “medida
tomada” tiene que ver con que los miembros del Partido deben matar a su
camarada, y la obra no deja duda alguna que éste era el mejor de todos,
hablando humanamente. Resulta que, precisamente debido a su bondad, él se había
convertido en un obstáculo para la revolución.
Cuando este
drama se presentó por primera vez, a principios de los 1930 en Berlín, desató
mucha indignación. Hoy nos damos cuenta que lo dicho por Brecht en su obra solo
era la parte más pequeña de la terrible verdad, pero en ese momento –años antes
de los Juicios de Moscú– esto no se sabía. Aquellos que ya entonces eran acerbos
oponentes de Stalin, tanto dentro como fuera del Partido, se escandalizaron de
que Brecht hubiera escrito una obra defendiendo a Moscú, mientras que los
estalinistas negaron con vehemencia que cualquier cosa vista por este “intelectual”
correspondiera a las realidades del comunismo en Rusia. Sabe Dios, Brecht nunca
antes había recibido menos agradecimientos de sus amigos y camaradas que con
esta obra. La razón es obvia. Había hecho lo que los poetas harán siempre si se
los deja solos: había anunciado la verdad en la medida que esta verdad se había
vuelvo por entonces visible. Porque la simple verdad del asunto era que
personas inocentes estaban siendo eliminadas y que los comunistas, si bien no
habían dejado de combatir a sus enemigos (esto ocurrió después), habían
empezado a matar a sus amigos. Era solo un inicio, que la mayoría de la gente todavía
excusaba como un exceso de celo revolucionario, pero Brecht era lo suficientemente
inteligente como para ver el método en la locura, aunque ciertamente no llegó a
anticipar que esos que pretendían trabajar para el Paraíso apenas habían
empezado a establecer el Infierno en la tierra, y que no había maldad ni traición
que no estuvieran preparados para cometer. Brecht había mostrado las reglas
según las cuales se estaba desarrollando el juego infernal, y por supuesto esperaba
el aplauso. ¡Ay! Había omitido un pequeño detalle; no era para nada la
intención del Partido, o atendiendo los intereses del Partido, que la verdad sea
dicha, menos todavía por uno de sus simpatizantes más abiertamente confesos. Por
el contrario, en lo que respecta al Partido, el propósito era engañar al mundo.
Al releer esta obra que alguna vez provocó tanto alboroto, uno toma conciencia
de los terribles años que nos separan de la época en que fue escrito y producido
por primera vez. (Brecht no la presentó otra vez posteriormente, en Berlín del
Este, y que yo sepa no ha aparecido en otros teatros; sin embargo, hace un par
de años tuvo una extraña popularidad en los campus de universidades estadounidenses).
Cuando Stalin se alistaba a liquidar a la vieja guardia del partido bolchevique,
puede haberse requerido la clarividencia de un poeta para saber que los mejores
cuadros del movimiento iban a ser asesinados en el curso de la década
siguiente. Pero lo que entonces ocurrió en realidad –y en el presente ha sido ya
medio olvidado, empequeñecido por horrores aún más grandes– era comparable a la
visión de Brecht como una tormenta de verdad se compara con una tormenta
imaginaria en una taza de té.
[i] 45.
En “An die Nachgeborenen,” op. cit.
[ii] 46. “Primero debe ser posible
que incluso los pobres puedan cortar su porción del gran pan de la vida”. De la
canción “Derm wovon lebt der Mensch?” en Gedichte, vol. II
[iii] 47.
“¡Ser bueno! Sí, ¿quién no quisiera
eso? Entregar a los pobres tus posesiones, ¿por qué no? Cuando todos son buenos,
Su reino no está lejos. ¿Quién no se sentaría complacido en Su luz?” De “Ober
die Unsicherheit menschlicher Verhältnisse,” ibid.
[iv] 48. Las citas son de Me-ti, Such
der Wendungen.
[v] 49. Der Kaukasische
Kreisekreis, escrito 1944–45, en Stücke, vol. X.
[vi] 50. “Porque algunos están en
la oscuridad, y otros están en la luz. Y ves aquellos en la luz, aquellos en la
oscuridad no los ves”. Gedichte, vol. II.
[vii] 51. “Los grandes maestros
subversivos del pueblo; al participar en su lucha, añaden la historia de la
clase dominada a la de las clases dominantes”. “The great subversive teachers
of the people; participating in its struggle, add the history of the ruled class
to that of the ruling classes.” En “Das Manifest,” Gedichte, vol
VI.
[viii]
52. En Benjamin, op. cit., se
puede leer con placer que Brecht tenía sus dudas. Él compara a los teóricos marxistas con
los clérigos (Pfaffen) a los que odia con un profundo desprecio, heredado de su
abuela. Como los curas, los marxistas siempre formarán una camarilla, “el marxismo
ofrece demasiadas oportunidades de interpretación”.
[ix] 53. “Piensa en la oscuridad y
el frío terrible en este valle donde se oyen los lamentos”. Del Schlusschoral”
de la Dreigroschenoper. En Gedichte, vol. II.
[x] 54. Cito de las canciones de Die
Massnahme, la única obra estrictamente comunista que Brecht escribió. Ver “Andere
die Welt: sie braucht es” y “Lob der Partei” en Gedichte,
vol. III.
[xi] 55.
“Lob des Lernens”, ibid.
* Un ejemplo de Moritat es la balada "Mackie Navajas" compuesta por el propio Bertolt Brecht (letra) con música de Kurt Weil e incluida en la opera "Ópera de tres centavos" (1929), con la participación de Lotte Lenya (esposa de Weil).
Se puede escuchar la versión original en alemán interpretada por Lotte Lenya (subtítulos en español) en:
https://youtu.be/K96LsmsNi4s
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