(hacia una “sintaxis” del urbanismo popular)
En esta sección, se abordan
formas de despojo que no se pueden caracterizar como delitos porque
generalmente no infringen leyes o reglamentos existentes. Además, son despojos
que no se pueden siempre definir como violaciones de derechos individuales.
En esta categoría cae la destrucción de los tejidos sociales. Lo
que se define así no tiene dueño individual ni se puede defender como un
derecho individual: su destrucción no afecta necesariamente los intereses
inmediatos de ciudadanos particulares. Lo que afecta es un sentimiento general
que podríamos definir como la amenidad de la experiencia urbana, la esperanza
razonable de no sufrir agresiones en las calles o hasta de tener conversaciones
amables con mis vecinos. La destrucción de los tejidos sociales no es el robo
de una propiedad. Es la destrucción de un bien común, de un ámbito de
comunidad, de “a commons” como dicen sucintamente los anglohablantes.
De
forma general, lo que se pierde en esta destrucción, es la capacidad ciudadana
de “hacer ciudad”. Esta destrucción confronta a los ciudadanos a un monstruo
urbano en él que no se reconocen, a un producto enajenado de su trabajo.
Hemos intentado definir varias formas de
las relaciones “poli-poéticas” (creadoras de ciudad) actualmente amenazadas.
Las relaciones de soporte mutuo
Hace relativamente poco tiempo, en una
calle típica de una ciudad, existía un orden profundo entre las actividades de varios
tipos de esta misma calle. Como no obedecía a ninguna planeación, este orden
podía parecer caótico. Lo podríamos definir como la complementariedad
espontánea entre actividades económicas vecinas o actividades “de proximidad”.
Por ejemplo, una vendedora de botanas colocará su puesto a proximidad de una
escuela. Es posible que un vendedor de bebidas gaseosas escoja poner su
changarro a proximidad del puesto de botanas. Se establecen así relaciones de
soporte mutuo entre la escuela y los puestos de botanas y de bebidas. En el
curso de los años, tales relaciones se entrelazan y estructuran las calles,
constituyendo un patrimonio intangible.
Las asociaciones
Los clubs de foot-ball de barrio, las
pequeñas corales, las asociaciones deportivas, los círculos de debates de todo
tipo, las tertulias son parte del tejido social de una ciudad. Constituyen otro
patrimonio intangible amenazado de depleción por los grandes proyectos
frecuentemente inútiles.
La prosperidad de los pequeños y medianos comerciantes
Estos comerciantes, que son locales, no
sólo reinvierten sus ganancias en la ciudad, sino que suelen participar en su
vida asociativa. Las mega-tiendas, que exportan sus ganancias a bancos
extranjeros, arruinan a los comerciantes locales, fomentan miseria y destruyen
las asociaciones.
Las formas de diseño urbano
que contribuyen a la seguridad sin necesidad de policías
Se sabe que por lo menos tres características contribuyen a la seguridad de una calle:
-
una clara demarcación entre lo público
y lo privado (debe haber umbrales claros);
-
que las casas tengan “ojos”, es decir
ventanas sobre la calle;
-
que haya una gran diversidad en las
razones de los transeúntes por estar en la calle.
Otros patrimonios intangibles son:
La
diversidad social de los habitantes de la ciudad.
Si existe esta cohabitación de gente de
varias condiciones, se crean fácilmente relaciones de soporte mutuo entre los
más ricos y los menos ricos. En muchas ciudades, se establecen “mancuernas”
entre un barrio de clase media cuyos habitantes buscan servicios de jardineros,
de amas de llaves o de limpiadores de albercas y un barrio popular que ofrece
estos servicios. Ejemplo: las relaciones entre los barrios de Las Delicias y de
la
Barona en Cuernavaca.
A contrario, los barrios habitados por
gente de la misma clase social son generalmente guetos, “gated communities”,
conjuntos habitacionales guardados por una “pluma”.
La visión del urbanismo como un “baile social”
o como una conversación entre interlocutores diversos
y no como un simple catálogo
de equipamientos
En el urbanismo tradicional, como en los barrios populares, cada habitante de la ciudad intentaba decir o hacer su parte en el concierto general. Las calles siempre estaban pobladas por gente a pie que se encontraba, se interpelaba, conversaba. Esta vivacidad de la vida callejera reflejaba una pluralidad de intenciones de la cual, como en una conversación no dirigida, podía nacer una complejidad poli-temática.
En cambio, la planificación urbana contemporánea
es monotemática; es una planificación desde arriba en la que el ciudadano se ve
despojado de toda participación efectiva. Su tema dominante es la ganancia
económica, la especulación.
Los barrios llamados informales, despectivamente llamados “barriadas”
Estos son otro patrimonio intangible por
ser condensados de experiencias urbanas pasadas, como el uso intensivo del
espacio y frecuentemente, al mismo tiempo laboratorios de experiencias sociales
novedosas, como la creación de “hamacas” de apoyo mutuo entre vecinos. El caso
ejemplar es aquí el de Perú, que, en los años 1960 y 1970, sirvió de modelo en
toda América latina.
En 1957,
A partir de la experiencia de Perú, en
muchos países de América latina, se empezó a revalorar la contribución del
sector informal, no sólo a la construcción de viviendas, sino al urbanismo
mismo y a la vitalidad de la ciudad. En 1976, la conferencia “Habitat” de
Vancouver sobre los asentamientos urbanos convocada por las Naciones Unidas
celebró las aportaciones al urbanismo del sector informal, es decir de los
pueblos jóvenes y otros barrios auto-edificados y auto-administrados de las
ciudades. En condiciones de extrema precariedad, gente joven y dinámica
redescubría el “arte de hacer ciudad”, edificando barrios poli-céntricos con
usos del suelo diversificados. Muchos cultivaban jardines urbanos. Redescubrían
que la convivencia urbana no es un asunto de dinero, sino de subsistencia
común.
En México, gente oriunda de diversas
partes del país, recreaba sustituto de las relaciones de parentesco
tradicionales constituyendo verdaderas “hamacas de apoyo mutuo”.
Hace más de 40 años, varios países de
América latina, siguiendo el ejemplo de Perú, se orientaron hacia políticas de
apoyo de los constructores autónomos practicando la autogestión más que la
autoconstrucción de sus viviendas.
Desgraciadamente, desde el inicio de las políticas neoliberales en los años 1980, estas políticas han sido ridiculizadas y luego suprimidas, lo que constituye un atropello mayor contra las iniciativas populares, la amenidad de la ciudad, la diversidad y la seguridad de las calles.
[Este texto de Jean Robert fue leído en la sesión #18 del Seminario de lectores de Jean Robert y fue comentado por la Dra. Silvia Grünig el 7 de marzo de 2022, seguido de preguntas y comentarios de los participantes. El enlace al video en Youtube aquí: https://youtu.be/UybieHpbFQs]
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