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domingo, 18 de junio de 2023

NO QUEREMOS MÁRTIRES

Comparto estos pensamientos de Lucho Espinal sobre los mártires pues percibo en la atmósfera ideológica polarizada que nos envuelve ciertas tendencias a absolutizar las consignas que orientan el accionar de las agrupaciones sociales y políticas radicalizadas por este mismo ambiente polarizado que se nos impone en Bolivia.
Aunque fuera escrito (este borrador inconcluso y otros sobre la muerte) hace más de 40 años en un contexto muy diferente, pienso que sus reparos a cierta vocación de "mártires" han demostrado ser plenamente justificados por la evolución perversa de los ideales de la lucha y el cambio social (en esos tiempos asociados al socialismo y la revolución) en ideologías antidemocráticas de vocación totalitaria y en consignas hoy desacreditadas de "patria o muerte" y similares.
Pero es latente el peligro de que quienes adversamos esas ideologías y consignas trasnochadas quedemos también contagiados por el radicalismo desviado de aquellos que han encontrado en su vocación de "mártires" una estrategia de victimismo individual y social que les permita prolongar su poder, o recuperarlo sin mayor esfuerzo.
¡Alerta con los cantos de sirena de autoinmolación de los mártires!

NO QUEREMOS MÁRTIRES

por Luis Espinal (Borrador inconcluso)*

El país no necesita mártires, sino constructores. No queremos mártires, así se queden vacías las horas cívicas.

El mártir es un personaje vistoso, y los personajes vistosos no sirven para el socialismo; piensan demasiado en sí mismos. El mártir es el último aventurero; en otro siglo pudo haber sido un pirata o un negrero. El mártir es un individualista, equivocado de lado.

El mártir es un masoquista; si no puede vencer en el triunfo, procura sobresalir en la derrota. Por esto, le gusta ser incomprendido y perseguido. Necesita al torturador; e inconscientemente lo crea.

¿El mártir no será flojo? No tiene la constancia para vivir revolucionariamente; por esto quiere morir, en espera de convertirse en personaje de vitrina. Porque el mártir tiene algo de figurón y de torero.

El grupo político desplazado tiende a la mística del martirio; procura sublimar la derrota.

En cambio, el pueblo no tiene vocación de mártir, cuando el pueblo cae en combate, lo hace sencillamente, cae sin poses, no espera convertirse en estatua.

Por ello, necesitamos videntes, políticos, técnicos, obreros de la revolución; pero no mártires.

No hay que dar la vida muriendo, sino trabajando. Fuera los slogans que dan culto a la muerte. Alguien dijo: "El peso lo llevan los bueyes, y no las águilas."

Para la revolución social desconfiemos del entusiasmo adolescente. Los mártires son adolescentes de 50 años de edad.

La revolución es algo demasiado serio para tomársela a la ligera. La revolución es violenta: es una operación quirúrgica social; por esto no hay que entusiasmarse con el bisturí.

Dicen que la revolución es laica; pero si nos descuidamos podemos caer en todos los mitos idolátricos de culto a la personalidad, al esfuerzo, al melodrama... Pero revolución y melodrama no combinan.

Porque la revolución necesita hombres lúcidos y conscientes; realistas, pero con ideal. Y si un día les toca dar la vida, lo harán con la sencillez de quien cumple una tarea más, y sin gestos melodramáticos.

*Extraído de  Alfonso Gumucio Dagron (Comp.) Xavier Albó, Antonio Peredo, Gregorio Iriarte, "Luis Espinal. El grito de un pueblo". (Capítulo VI, Editoriales para prensa y radio, p. 158-9). La Paz: Plural Editores/Fundación Xavier Albó, 2017



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