Por Patrick Troude-Chastenet (Traducción de Juan Iliasi)*
Entre 1981
y 1994, fecha de la muerte de Jacques Ellul, Patrick Troude-Chastenet, amigo y
estudioso de su obra, de quien también presentamos un artículo en este número,
sostuvo varias conversaciones con Ellul que publicó bajo el título de Entretiens
avec Jacques Ellul (La Table Ronde, Paris, 1994). En ellas se abordan todos
los registros del pensamiento del autor de Le systeme technicien. De esas
conversaciones hemos hecho un extracto que abarca parte de su pensamiento político
personalista y parte de su crítica a la técnica, a la sociedad económica y a
los procesos tecnológicos de la manipulación genética.
Entre
las fuentes de su pensamiento usted siempre ha citado espontáneamente a Marx y
al Evangelio, a Kierkegaard y a Barth, a Charbonneau y a Jean Bosc…¿por qué tan
pocas referencias a los autores anarquistas?
Hacia
finales de los años treinta leía con entusiasmo a Bakunin, a Proudhon y un poco
a Kropotkin. En la medida en que constataba que el Estado no dejaba de acaparar
ámbitos pensé que los anarquistas tenían razón, no por la eternidad, sino en el
contexto de la sociedad moderna.
Estoy muy
cerca de esta concepción de la revolución y de la sociedad, pero los anarquistas
no me marcaron intelectualmente. Me aportaron ideas, cierta corriente de
pensamiento, pero no “informaron” mi pensamiento. A diferencia de Marx que me
dio un esquema de pensamiento y de quien leí y anoté toda la obra, encontraba
los textos anarquistas un poco superficiales. No estaba comprometido a fondo al
leerlos.
¿Entonces
no son sus convicciones anarquistas las que condicionaron sus críticas al
Estado?
No, pues
nosotros hicimos la crítica al Estado tal y como lo vimos evolucionar bajo
nuestros ojos en los años treinta: el Estado fascista, el Estado totalitario,
etc., y, después, una crítica recurrente al Estado liberal. Pero en el fondo no
partimos de una crítica global, a priori, del Estado. Nuestra crítica estaba
más marcada históricamente.
¿No era
por lo tanto una condenación del Estado en sí?
Eso llegó.
Al principio nuestra crítica se dirigía al Estado fascista, al Estado hitleriano
y al Estado comunista; luego, recuerdo nuestra sorpresa cuando, Charbonneau y
yo, descubrimos que, después de todo, el Estado norteamericano, con su
organización capitalista, podía ser, finalmente, completamente totalitario,
completamente absorbente y completamente autoritario. Pero nosotros llegamos
ahí en una segunda etapa. O en otras palabras, fue el fruto de una visión
experimental e histórica, y no de una visión histórica y abstracta. La lectura
de los autores anarquistas vino después.
¿Charbonneau
leía a Proudhon?
Es difícil
saber lo que leyó o no leyó. En realidad yo creo que leyó enormemente, pero no
lo dice.
¿Su libro
el Estado lo influyó?
De ningún
modo, pues ahí no había nada nuevo para mí. Aquello lo habíamos concebido
juntos. Recuerdo, incluso, que pensamos juntos las cuestiones que debíamos tratar
en la sociedad actual y Charbonneau quería reservarse el Estado. Le respondí
que yo era jurista y que eso me venía mejor. No quiso y me pidió que tratara la
Técnica. Así nos repartimos el trabajo. Teníamos tal comunicación de
pensamiento que todo lo que él podía decir sobre el Estado lo habría podido
decir yo y viceversa. Pero el autor que más nos influyó sobre este tema fue
Tocqueville, en particular su libro De la democracia en América.
¿La
actitud de Charbonneau que no da la razón ni a la Alemania nazi ni a las
potencias aliadas no es, en definitiva, comparable a la suya que rechaza elegir
entre las caricaturas de la democracia y de los auténticos regímenes totalitarios?
Sí, con la
diferencia de que a pesar de todo yo he escogido.
Es verdad
en lo que se refiere a su vida, ¿pero en sus escritos? Pienso en ese pasaje de
la L’illusion politique (La ilusión política) en donde usted trata de imbéciles
a quienes se movilizan para defender la democracia sin darse cuenta que la democracia
ya está muerta. ¿No es la expresión de una visión típicamente idealista de la
democracia?
No es una
visión idealista. Si no hubiera una clase política y si retomáramos verdaderamente
las cosas desde cero, eso sería perfectamente factible.
Sí, pero
si hablamos como Ostrogorski y Schumpeter de la democracia tal y como existe y
de la democracia tal y como debería ser estamos obligados a constatar que ese régimen
no puede funcionar sin profesionales de la política.
Esa clase
política existe en la medida en que los hombres políticos hacen de la política
una cierta carrera y medio de ganarse la vida. Eso es lo que no puedo aceptar.
Usted que
preconiza en cualquier circunstancia un análisis realista de la vida política,
¿no encuentra muy utópico creer que una democracia pluralista pueda un día arreglársela
sin políticos profesionales?
Es claro
que la democracia sólo puede funcionar en microgrupos. Nosotros siempre pensamos
que era necesario hacer estallar los Estados nación y reducirlos a las dimensiones
de provincias. Al nivel de una provincia o un municipio puede existir una
democracia efectiva. Es la vieja divisa anarquista: ¡antes de pretender cambiar
el mundo, comienza por cambiar tu calle!
[…..]
¿Qué
piensa usted del problema planteado por Bakunin, si Dios existe, el hombre es
esclavo? El hombre es libre, en consecuencia, ¿Dios no existe?
Es absurdo
si se toma en cuenta al Dios bíblico cuya atribución principal es ser el Libertador.
¿Cómo se manifiesta Dios? Liberando y no condenando. El elemento fundamental y
clásico es mucho menos el Génesis que el Éxodo. Él es el libertador
de su pueblo. Y para cada uno de nosotros, conocer a Dios es ser liberado de
cierto número de elementos que pesan sobre nosotros: del destino, de la
angustia de vivir y de morir, ser liberado de los pecados… Dios no es el
comandante universal sino el Libertador, y Jesucristo ha querido ser el Libertador.
Por ello entró en conflicto con los fariseos que transformaban la Ley de Dios –o,
en otras palabras, la ley de la libertad– en regla, en moral, en dogma. Jesús
ha apartado todo eso.
A veces,
al escucharlo, diríamos que la única y verdadera libertad del hombre es
precisamente la de reconocer la de Dios. ¿No hay una parte de sofisma en Karl
Barth cuando habla de la obediencia del hombre libre con respecto del Dios
libre?
El hombre
libre obedece en efecto a un Dios libre. En consecuencia, ese Dios libre no
puede querer un esclavo como interlocutor. Cuando la Biblia nos presenta la
creación de Adán es una interlocución de Dios. Es alguien que responde al amor
de Dios. ¡No es una marioneta!
Se
convierte en marioneta desde el momento en que rompe su relación con
Dios. Cuando el vínculo se rompe aparece la fuerza del Mal, la fuerza del
destino, en síntesis, todo lo que conduce a un conjunto de catástrofes. No es
al querer ser libre que el hombre ocasiona catástrofes, es al rechazar el amor
de Dios.
La voluntad
de Dios es que el hombre sea libre. Y si Jesucristo murió en la cruz es para
liberar al hombre.
¿Qué
responde usted al dilema de los no creyentes según el cual o Dios es todo
poderoso, pero entonces es malo; o Dios es bueno y en consecuencia es impotente?
Ese dilema
reposa sobre un mal conocimiento de la revelación bíblica y de Dios. En la
medida en que eso significa que Dios es todo poderoso y hace lo que quiere sin
tomar en cuenta a nadie más que a sí mismo. Dios nos enseña en su primera
revelación que es, ante todo, un Dios del diálogo; en consecuencia, quien
respeta a aquel con quien dialoga. No lo constriñe, no lo obliga a una
respuesta ya hecha; es por ello que las Iglesias se equivocan todo el tiempo
cuando presentan una dogmática que mantienen como “La” verdad.
No hay
verdad en las iglesias. La verdad aparece en la multiplicidad de las opiniones
a condición que su diversidad se funde en una adoración del mismo Dios. Pero es
un Dios que quiere la libertad del hombre. Péguy escribió cosas absolutamente
prodigiosas sobre ese tema en donde decía más o menos esto: “No hay ninguna
comparación posible entre la adoración de un caballero francés cuando se
arrodilla y la cobarde postración del esclavo de Oriente que se tiende boca
abajo frente a su amo”.
Hablar
de un Dios omnipotente y en consecuencia malo es hacerlo responsable de todo,
incluso del mal que se hace en la tierra: las guerras, las catástrofes, las
epidemias, etcétera.
Lo que no
es verdad. Le doy un solo ejemplo que muestra a qué grado se equivocan. Un
pequeño versículo del Evangelio de Lucas dice que: “no cae un gorrión por
tierra sin la voluntad de Dios”. Ésa no es una buena traducción. El
texto griego dice exactamente esto: “No cae un gorrión por tierra sin que
esté Dios presente”. Es decir, que incluso para un pequeño gorrión que cae,
Dios está cerca de él en el momento en que muere. Eso no quiere decir que Dios lo
haga morir. Es un Dios de amor el que llega junto al pequeño gorrión que
muere para ayudarlo a morir.
¿Una
distinción que se puede aplicar, por ejemplo, a la guerra?
Exactamente.
La guerra es la voluntad del hombre. ¡No es Dios quien la desencadena! Ésa es
una horrible visión del Dios todo poderoso que fabricaría todo. ¡Pero no es del
Dios bíblico para nada, para nada! El Dios bíblico lanza a los hombres a hacer
su historia. Y la prueba de ello es precisamente que al final de la historia
humana Dios recapitula esa historia cumpliendo la voluntad del hombre y dándole
una ciudad perfecta.
¿La
Jerusalén celeste?
Exactamente,
pero no como uno se imagina., con sus monumentos, sus plazas, etc. Ignoramos
todavía cómo será esa ciudad ideal, pero lo más importante es saber que es una
ciudad que encontraremos al final. Es, por otra parte, una de las diferencias
mayores entre la teología judeocristiana y la mayoría de los mitos religiosos
que piensan que al final de los tiempos encontraremos la misma cosa: el estado
edénico de los orígenes.
El Dios
bíblico tiene en cuenta el deseo del hombre. No es una ciudad fabricada en el
cielo y expedida a la tierra, llave en mano, sino una ciudad que condensa, que
recapitula toda la historia individual y colectiva del hombre. “Todas las
naciones aportarán a ella sus obras”, dice la Escritura. La ciudad, que era el
lugar por excelencia de la rebelión contra Dios, se convierte en el lugar de la
reconciliación. Dios da así al hombre la prueba de que lo acompaña durante todo
su camino.
[…..]
* Jacques Ellul
(1912 – 1994) Fragmentos de entrevista publicada por Patrick Troude-Chastenet
en Entretiens avec Jacques Ellull (La Table Ronde, Paris 1994) y
reproducida por la Revista Ixtus (Ver Infra)
“Nacido en
Bordeaux en 1912, marxista en su adolescencia y convertido a la fe cristiana a
los 20 años, Jacques Ellull se desempeñó en las más de diversas facetas:
fundador del movimiento personalista junto con Emmanuerl Mounier, jurista,
profesor universitario, luchador de la Resistencia durante la ocupación
alemana, teólogo, predicador, sociólogo, activista en favor del medio ambiente
y paciente amigo y consejero de los jóvenes descarriados… Desde principios de
los años treinta era clara la herencia sobre la que Ellul desenvolvería su vida
y obra: la fe bíblica. Posteriormente, la teología de Karl Barth ayudará al
joven converso a pensar dialécticamente en la presencia de Dios como algo
trascendente que, dejando al hombre libre, también interviene en la historia”.
(Fragmento extraído del Editorial del N°36 – 2002 de la Revista Ixtus. Espíritu
y cultura. Cuernavaca, Mor. México)
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