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martes, 11 de febrero de 2020

Segundo Manifiesto Convivialista




Capítulo II: Del convivialismo*

El convivialismo es el nombre que damos a todo aquello que contribuye, en las doctrinas y tradiciones, contemporáneas o antiguas, laicas o religiosas, a la búsqueda de principios que permitan a los seres humanos rivalizar sin enemistarse, a fin de cooperar mejor y progresar en humanidad con plena conciencia de la finitud de los recursos naturales y compartiendo la preocupación por el cuidado del mundo. Aspira a ser una filosofía de la convivencia, del arte de vivir junto a otros; no se trata de una nueva doctrina que vendría en reemplazo de otras ideologías, pretendiendo cancelarlas o superarlas radicalmente. Es un movimiento de cuestionamiento mutuo entre diferentes surgido del sentimiento de extrema urgencia frente a las múltiples amenazas que penden sobre el futuro de la humanidad. Pretende preservar lo que hay de más preciado en las doctrinas y tradiciones que hemos heredado.

¿Qué es lo que hay de más preciado? ¿Y cómo se puede definir y entender? Para estas preguntas no existe y no puede –no debe– existir una sola e inequívoca respuesta. Depende de cada uno de nosotros encontrar la respuesta en particular. Sin embargo, hay un criterio definitivo que nos orienta respecto a aquello que podemos preservar de cada doctrina en una perspectiva de universalización (o pluriversalización), tomando en cuenta tanto la amenaza de un posible desastre como la esperanza en un futuro mejor. Con seguridad se debe preservar de cada doctrina: lo que hace posible entender cómo controlar la desmesura y el conflicto de manera que no se tornen violentos, lo que alienta a la cooperación, y lo que abre el camino del diálogo y la confrontación de ideas dentro del marco de una ética de la polémica.

Estas consideraciones son suficientes para esbozar los lineamientos generales de un ideario universalizable, adaptado a las emergencias mundiales del presente, aunque su aplicación concreta sea necesariamente local y coyuntural. Y aunque sea obvio que habrá tantas versiones diferentes, y posiblemente conflictivas, del convivialismo como las hay del budismo, el islam, el cristianismo, el judaísmo, el liberalismo, el socialismo, el comunismo, etc. (y, en sentido inverso, podrá haber unas variantes budistas, islamistas, liberales o socialistas del convivialismo) Si no por otras razones, porque el convivialismo de ninguna manera pretende cancelar estas religiones o doctrinas. En el mejor de los casos, puede ayudar a “superarlas” (aufheben), es decir a considerarlas en una perspectiva de síntesis, destacando sus puntos de convergencia para imaginar mejor un futuro humanamente sostenible.

Principios convivialistas generales

Las únicas políticas legítimas, pero también la única ética aceptable para nosotros, son aquellas que se inspiran en los cinco principios siguientes: los principios de la naturalidad común, la humanidad común, la socialidad común, la individualidad legítima y la oposición creativa. Estos cinco principios se subordinan al imperativo categórico del control de la hybris.

El principio de la naturalidad común: los humanos no viven fuera de una Naturaleza, de la que deberían volverse los “amos y señores”. Como todos los seres vivos, ellos forman parte de ella y están en interdependencia con ella. Tienen la responsabilidad de cuidar de ella. Si no la respetan, es su sobrevivencia ética y física lo que se pone en peligro.

El principio de la humanidad común: más allá de las diferencias de color de la piel, nacionalidad, idioma, de cultura, religión o riqueza, no existe más que una sola humanidad, que debe respetarse en la persona de cada uno de sus miembros.

El principio de la socialidad común: los seres humanos son seres sociales para los cuales la mayor riqueza es la amplitud de las relaciones concretas que mantienen entre ellos, en el marco de asociaciones, sociedades o comunidades de tamaño y naturaleza variable.

El principio de la individuación legítima: en concordancia con estos tres primeros principios, las políticas legítimas son aquellas que permiten a cada individuo desarrollar su individualidad plena mediante el desarrollo de sus capacidades, de su poder para ser y actuar, sin negar lo mismo a otros, en la perspectiva de una igual libertad. A diferencia del individualismo, donde el individuo sólo cuida de sí mismo desembocando así en la lucha de todos contra todos, el principio de la individuación legítima sólo reconoce el valor de los individuos que afirman su singularidad respetando su interdependencia con los otros y con la naturaleza.

El principio de oposición creativa: debido a que cada quien está llamado a expresar su individualidad singular, es natural que los humanos se opongan entre sí. Pero sólo es legítimo que lo hagan en la medida en que no pongan en peligro el marco de la común humanidad, socialidad y naturalidad que hace de la rivalidad algo fecundo y no destructivo. La política inspirada por el convivialismo es entonces la política que permite a los seres humanos diferenciarse poniendo la rivalidad al servicio del bien común. Lo mismo es cierto para la ética.

A estos cinco principios, y de manera transversal a todos ellos, se añade un imperativo:

EL IMPERATIVO DE CONTROLAR LA HYBRIS. La primera condición para que la rivalidad y la emulación sirvan al bien común es que esté desprovista del deseo de omnipotencia, de la desmesura, de la hybris (y con mayor razón, de la pleonexia, del deseo de poseer siempre más).  Con esta condición, se convierten en una rivalidad para cooperar mejor. Dicho de otra manera, buscar ser el mejor es altamente recomendable si se trata de sobresalir, a la medida de sus posibilidades, en la satisfacción de las necesidades de los otros, de ofrecerles lo más y mejor posible. He aquí algo muy distinto al deseo de ganar a cualquier precio, quitando a los demás lo que les toca. Este imperativo de control de la hybris es en realidad un meta-principio, el principio de principios. Impregna a todos los demás y ha de servirles de regulador y protección. Puesto que cada principio, empujado hacia su extremo y sin ser moderado por los otros, corre el peligro de convertirse en su contrario: el amor a la Naturaleza o a la humanidad en abstracto, en odio a los hombres concretos; la socialidad común en corporativismo, en clientelismo, en nacionalismo o en racismo; la individualidad en un individualismo indiferente a los demás; la oposición creativa en pelea de egos, en narcisismo de la pequeña diferencia, en conflictos destructivos. Puede decirse entonces que este meta-principio es un imperativo “categórico”.

* Extractado de "Second Manifeste Convivialiste. Pour un monde post-néolibéral", editado por Actes Sud, publicada el 20 Feb. 2020. [Traducción por Hernando Calla (no autorizada) de fragmento del capítulo II, ver original francés en: http://convivialisme.org/extraits/chapitre2]

Una versión abreviada del Segundo Manifiesto Convivialista, acaba de salir en inglés la edición de junio 2020 de Civic Sociology, una Revista publicada por University of California Press. Se puede acceder en: https://civicsociology.scholasticahq.com/article/12721-the-second-convivialist-manifesto-towards-a-post-neoliberal-world



2 comentarios:

  1. Gracias por tu blog. Mi esposa y yo estamos impulsando desde hace años un laboratorio convivialista de carácter artístico y ciudadano en Cuernavaca llamado Dragón de Jade. Saludos.

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  2. Saludos JH, recién veo tu mensaje. Conozco poco Cuernavaca (estuve en 2 ocasiones por unos días) pero sé de ella desde los tiempos del CIDOC de Illich/Borremans (ella aún vive allá) en los 1970. Felicitaciones por el taller (a ver si envías algún enlace). Hernando

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