Por Hernando
Calla*
¿Es el
“proceso de cambio” una “versión remozada”, en “clave de farsa”, de la “parodia
revolucionaria” del ’52 que sirvió de escenario a las políticas desarrollistas
del MNR?
Este es el diagnóstico que ofrece, en
términos gruesos, Silvia Rivera Cusicanqui respecto a las “disyunciones
coloniales” que estaría repitiendo, luego de 7 años de haber asumido el poder y
a 60 años de la revolución nacionalista, el gobierno del MAS al mando del
llamado Estado Plurinacional de Bolivia. En los términos del artículo de Rivera
Cusicanqui, “Del MNR a Evo Morales: disyunciones del Estado colonial”,[i] a primera vista “disyunciones”
parecería significar disyuntivas, cuando
en una lectura más ajustada a su propia intención ella está hablando más bien
de dos versiones o ramificaciones de lo mismo: el MAS como una paradójica
reproducción del “colonialismo interno”, categoría que hasta hace poco se
utilizaba para cuestionar el sistema político de partidos tradicionales que
este “instrumento político” de los movimientos sociales había ayudado a
derrumbar.
No obstante, en la estructura de su
artículo sobre las disyunciones, también se encuentra la acepción de
bifurcación, contradicción o falta de congruencia entre el discurso y la
realidad. No se remite únicamente a señalar la contradicción entre el discurso
“pachamámico” de algunos sectores del gobierno y las prácticas abiertamente
extractivistas y depredadoras del actual modelo desarrollista que impulsa el
Ejecutivo. Rivera Cusicanqui observa que, por ejemplo, así como en el proceso
del ’52 se replicaban “los modelos desarrollistas impuestos desde el norte con
la Alianza para el Progreso y USAID” por la incapacidad de los líderes
populistas de entonces para “pensar por sí mismos en los problemas
nacionales”—generando ya entonces una falta de adecuación entre el modelo
exógeno y la realidad propia—, así también el actual proceso de cambio habría
adoptado una “versión militar del desarrollo” barnizada con una “barata
retórica katarista y ecológica” —dice ella—, manifestándose nuevamente una
disyunción colonial entre el actual modelo desarrollista copiado de los años
sesenta y las realidades más prosaicas del poder “que encubren negocios turbios
de narcotráfico y contrabando”, además de la represión “contra los indígenas en
resistencia y contra las personas solidarias con las luchas en defensa de la
madre tierra”. Concluye señalando que la lógica subyacente a este proceso, y su
proyecto de construcción de una carretera por el corazón del TIPNIS “marcado
por la mala fe, el divisionismo y la entrega del país a intereses extranjeros”,
“es la lógica de las disyunciones coloniales: el colonizado que aspira a
reproducir los actos del colonizador; la víctima que busca parecerse a su
verdugo”.
Bien mirado, lo que Rivera Cusicanqui
llama “lógica de las disyunciones coloniales” es algo que rebasa el fenómeno de
la colonialidad y ha sido identificado, por ejemplo, como la piedra de toque de
la teoría mimética del comportamiento humano, cuyo principal
exponente tiene pretensiones de universalidad para la misma. Se trata de la
teoría antropológica desarrollada por el francés René Girard, a partir de obras
clave de la literatura universal, para quien el deseo nunca es espontáneo o
dirigido directamente a determinado objeto, sino más bien mimético o imitativo;
lo que uno desea se lo ha señalado un otro y, visto así, el deseo es triangular
o mimético.[ii] Uno lo puede ver en los niños
que no ocultan su deseo de algo cuya deseabilidad les ha señalado el hermanito
mayor; en este juego de niños se puede observar también que la importancia del
objeto deseado queda relativizado rápidamente cuando el líder cambia su deseo
por otro, lo cual es inmediatamente imitado por los que lo siguen. El resultado
es un deseo extendido o contagiado, que no desaparece con la
infancia (aunque los adultos lo disimulen), de parecerse al líder o modelo
a seguir, incluido el caso extremo — “colonial” según Rivera— de “la
víctima que busca parecerse a su verdugo”.[iii]
Volviendo al tema, y contraponiéndonos
por un momento a la extensión del concepto de colonialismo interno planteado
por Rivera Cusicanqui, se puede plantear que lo que efectivamente impulsa al
gobierno de Evo Morales es la lógica de la mímesis desarrollista:
el “subdesarrollado” que se encuentra obnubilado por la imagen industrial del
mundo desarrollado y quiere imitarlo a toda costa. El origen de esta “mímesis”
industrialista en el gobierno se puede rastrear hasta los deseos que los
ideólogos desarrollistas de los sesenta y setenta en América Latina han sabido
contagiar a los líderes populares que surgieron en los noventa y la primera
década de este siglo: i) el sueño de la industrialización de “nuestros recursos
naturales”, ii) el anhelo de integración “nacional” a través de una red de
supercarreteras,[iv] y iii) la idea de que el Estado
debe producir el “bienestar social” que el mercado impide alcanzar (puesto que
este último solo sirve a las oligarquías o la burguesía).
Habría que decir que la teoría mimética,
al señalar la naturaleza mimética del deseo humano, devela finalmente la
violencia inherente a las relaciones humanas. No debiera sorprender, entonces,
que en la persecución de sus sueños y planes desarrollistas,[v] los actuales titulares del
proceso de cambio estén dispuestos a quitar de en medio, violentamente
si fuera necesario, cualquier obstáculo que se presente a su proyecto de
construcción de la “anhelada carretera” interdepartamental Beni-Cochabamba, sea
este de tipo físico ambiental como la enorme reserva de biodiversidad que
representa el parque Isiboro-Sécure, o bien de tipo humano y social como aquellas
comunidades indígenas que quisieran hacer valer sus derechos: su derecho a
defender la Ley 180 que prohíbe la construcción de cualquier carretera por el
corazón de su territorio indígena (TIPNIS), o también su derecho a una consulta
previa, informada y de buena fe, que el gobierno ha pretendido realizar a
destiempo en forma manipulada y tendenciosa.
Otra aproximación posible al proceso
político boliviano —presuponiendo cierta buena fe en el discurso oficial de que
el gobierno se preocupa del bienestar, la educación y salud de la población— es
que el “proceso de cambio” termine siendo finalmente nada más que otra vía para
alcanzar la modernización del país. ¿Mímesis modernista, esta vez? No
necesariamente. Me parece que hay un término que es más pertinente que mímesis,
en este caso; se trata de la noción de alienación.[vi] A pesar de haber sido utilizada
brillantemente por Marx en su análisis de la enajenación del obrero respecto al
proceso laboral y al producto de su trabajo a mediados del siglo XIX, o bien
usada incisivamente en varios contextos a mediados del siglo XX (p.ej. Sergio
Almaraz definía la alienación de manera didáctica: “humildad con los
extranjeros, arrogancia con los connacionales”), su valor explicativo no ha
sido agotado. A diferencia de la mímesis, que sugiere cierta distancia entre el
modelo envidiado y el imitador que quiere parecérsele, alienación alude
a una verdadera pérdida del ser de uno en el otro, como si la realidad del otro
se convirtiera en la mía propia, y por tanto que ya no se pudiera – por muchos
esfuerzos que hagamos, como pretende Silvia Rivera, para “descubrir a la india
y al ‘salvaje’ que todos y todas tenemos en nuestro interior” (o, como decía
Luis Rojas Aspiazu, “descubrir las ojotas debajo nuestros zapatos”) –
diferenciar la realidad propia de la realidad ajena del Occidente moderno siendo
que esta última, al pretenderse universal, me afecta en mi ser particular.
Desde esta perspectiva, estaríamos
frente a un fenómeno de alienación modernista por el que
empezamos a compartir con todo el mundo, un mismo y único mundo regido por los
axiomas de la modernidad, entre ellos, el axioma de la escasez intrínseca a
todos los procesos naturales y humanos; el cual se traduce, por ejemplo, en la
certidumbre de que “el tiempo es escaso”, de que necesitamos “medios de
transporte” para desplazarnos hasta nuestros puestos de trabajo o para
trasladar nuestros productos hasta los mercados (lo que convierte en necesaria
justamente, incluso una “carretera” como la que se pretende construir por el
TIPNIS sin importar a qué costo social y ambiental), o la certeza de que
vivimos en una “sociedad del conocimiento” donde nuestros hijos “necesitan”
educarse desde una edad temprana en la escuela (lo que se aduce como otra
justificación para la mencionada carretera, como si esta última fuera condición
para el acceso a la escuela de los niños en las comunidades indígenas) para
poder acceder a otros bienes y servicios básicos de la modernidad industrial.
¿No es acaso esta última una realidad fundamentalmente ajena a nuestras propias
circunstancias?
Ahora bien, ¿alienta el gobierno del MAS
este proceso de alienación modernista? Como diría Silvia Rivera, lo hace
finalmenteen clave de farsa, por mucho que inicialmente aparecía como si
el primer “gobierno indígena”, además de asumir como propia la “agenda de
octubre”, pugnaba por romper los moldes estrechos de la modernidad para
plantearse un retorno a los valores de la comunidad indígena. Sin embargo, poco
a poco, a pesar de mantener cierto nivel de ritualidad “pachamámica” en el
relacionamiento estatal con las organizaciones indígenas, el discurso oficial
fue adecuándose a las políticas y prácticas concretas de modernización
incipiente de los procesos económicos, y sobre todo a sus proyectos
modernizadores de carreteras y otras infraestructuras. Adicionalmente, el
gobierno internalizó rápidamente los imperativos de la gobernabilidad moderna:
el “equilibrio fiscal”, “crecimiento del PIB”, “aumento de las reservas
internacionales”, etc.
Si bien este es el proceso sociocultural
subyacente fundamental: una alienación modernista que empero
tiene, a los ojos de la mayoría, visos de una modernización necesaria y
deseable, la lógica de las disyunciones coloniales no desaparece. Es más, según
el sociólogo aymara Pablo Mamani Ramires, los gobernantes y su entorno más
inmediato estarían implementando una “falsa descolonización”.[vii] En los términos de Rivera, el
gobierno del MAS no hace sino prolongar la lógica del colonialismo interno
hacia una reedición de la “paradoja señorial”,[viii] la reproducción de la lógica
oligárquica, esta vez —doble paradoja—, sin la participación
directa de la casta señorial antaño dominante, o bien gobernando con dicha
lógica a nombre de ella, a cambio de una reacia aceptación de las nuevas élites
emergentes del “proceso de cambio”, por el entorno social de las viejas elites
surgidas del “entronque histórico” de los partidos tradicionales del pasado
siglo.
Asimismo, solo como “parodia
revolucionaria” estaría imitando el gobierno del MAS, por un lado, la retórica
nacionalizadora y estatista de otras épocas[ix] y, por otro, la lógica
desarrollista de los países industrializados basada en la modernización
tecnológica. En realidad, sigue vigente la manía propia de los “doctorcitos” y
“licenciados” de creer que la realidad se transforma mediante la proliferación
de leyes y reglamentos sin ningún asidero en políticas concretas, lo que
finalmente redunda en una multiplicación de las trabas al desarrollo económico
en favor de las inamovibles burocracias de turno. Todo ello en el marco de una
“sofisticación” de las prácticas de corrupción (léase: extorsión), chantaje
político y criminalización de la protesta (léase: judicialización de la
política) y una burda utilización de la prebenda y el clientelismo político que
corrompen incluso a las organizaciones de base e indígenas, pero sobre todo a
los “movimientos sociales” convertidos en meros instrumentos de los que ejercen
un supuesto “centralismo democrático” en la toma de decisiones políticas que
nos afectan a todos.
* Artículo originalmente publicado por Bolpress.com el 14 de enero, 2013
----
[i] Ver artículo publicado en sitio
web de Bolpres.com: http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2012123104
[ii] Cf. René Girard, Deceit,
Desire, and the Novel. Self and Other in Literary
Structure. Baltimore and London: Johns Hopkins Paperbacks
edition, 1976.
[iii] Otro autor que analizó el
fenómeno desde una perspectiva similar al denunciar la imitación de los modelos
pedagógicos copiados de Europa por las élites republicanas de fines del siglo
XIX, es Franz Tamayo cuando hablaba del “bobaryismo pedagógico” en sus
artículos de 1910 reunidos en su libro Creación de la pedagogía
nacional.
[iv] Me parece que los proyectos de
infraestructura carretera moderna tienen poco que ver con los verdaderos
anhelos de integración de la geografía humana del país como el reivindicado por
Silvia Rivera en referencia a la ruta diagonal descrita y narrada por Jaime
Mendoza en su libro El macizo boliviano.
[v] Por cierto, esta hipótesis
también se contrapone a las explicaciones más banales de que la motivación real
del Ejecutivo para construir una carretera por el TIPNIS, “quieran o no
quieran” las comunidades indígenas, son los diversos intereses económicos de
todas las partes involucradas, incluidos los mandatarios.
[vi] El diccionario define del
siguiente modo, entre otros, el concepto de “alienación”: proceso mediante el
cual el individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta hacerla
contradictoria con lo que debía esperarse de su condición (y el resultado de
dicho proceso)
[vii] Ver artículo de Pablo Mamani en http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2013010904
[viii] René Zavaleta Mercado, Lo
nacional-popular en Bolivia. México: Siglo XXI editores, 1986, p.15
No hay comentarios:
Publicar un comentario