por Iván Illich
AGUAS ELUSIVAS
El
agua que
nos hemos puesto a examinar es tan difícil de captar como lo es el espacio. No es,
desde luego, el H2O producido por gases en combustión, ni el líquido medido y distribuido por
las autoridades. El agua que buscamos es el
fluido que empapa los espacios del adentro y el afuera de la imaginación. Más tangible que el espacio, es aún
más elusiva por dos razones:
primera, porque esta agua tiene una habilidad casi ilimitada para conducir metáforas, y segunda, porque el agua, aún
más sutilmente que el espacio,
siempre posee dos lados.
Como un vehículo para las
metáforas, el agua es un espejo cambiante. Lo que dice refleja las modas de
la época; lo que parece revelar y exponer esconde la materia que yace
debajo. En el Wihelmshoehe cerca de Kassel, un príncipe alemán barroco rodeó
su castillo con un jardín inglés que exige a sus aguas que derramen todo lo
que saben. Como hombre de su tiempo, desarrolló incluso una taxonomía
de los secretos del agua. Sus arquitectos decidían en qué parte del parque
las aguas debían ser claras o resplandecientes, profundas, abiertas u opacas. En los bosques brotan
efusivamente, murmuran, menguan y se hinchan, en los prados serpentean y
retozan y en la gruta gotean del techo. Hay
nichos y paredes envueltos en bruma, salpicados de rocío o mojados por el agua que escurre. Sus aguas bromean
y seducen; amenazan con empapar o
incluso ahogar. Las aguas del príncipe están ahí para divertir a toda
una corte.
Sin embargo, no es esta
superficie siempre cambiante del agua lo que hace tan difícil explorar esa
"materia" histórica. Es la profunda ambigüedad de la materia misma
lo que la hace tan elusiva para nosotros, como incomprensible era el espacio para
Platón. El agua es un caos hasta que una historia de la creación interpreta su
apariencia equívoca como la estremecedora ambigüedad de la vida. La mayor parte
de los mitos de la creación tienen como una de sus principales tareas la de
conjurar el agua. Esta conjura
parece siempre una división. Tal y como el fundador crea un espacio habitable al arar el sulcus primigenitus, así
el creador, al dividir las aguas, hace espacio
para la creación.
LA DIVISIÓN DE LAS
AGUAS
En
el mito maorí
la creación empieza en la matriz, en la que las aguas se funden. El primogénito se
encaja entre la madre y el padre, a partir de lo cual separa a uno de otro; el mundo está hecho de la
sangre que esa separación hace manar de la
matriz. En el Rig-Veda, Indra, el dios, es el germen de las aguas. Surge del oscuro regazo de la inundación
ilimitada como una columna de fuego, mientras las aguas que lo rodean
resplandecen y cantan.16
En el primer capítulo del Génesis, en el
segundo día, dijo Dios: "Haya un firmamento en medio de las aguas, que se
separen unas de otras". Y así fue
hecho.17 "Y llamó Dios al firmamento cielos. Y atardeció y
amaneció el día segundo." Las
aguas se rebelaron contra esta separación. El caos rehusaba a hacer espacio para la creación. Las aguas
destinadas a estar arriba se negaban a abandonar el abrazo de las aguas
que descansaban debajo y se juntaron más estrechamente. De acuerdo con el Midrashim
(conocido por Filón, Orígenes, San Jerónimo, San Alberto Magno) el segundo
día fue el día de la lucha cósmica de Dios. Casi abandonó el trabajo que había
comenzado. Sólo el conocimiento previo de que un remanente de Israel le permanecería fiel lo hizo volver a su tarea. En
ese día preciso Él no dijo "Y fue bueno", porque Él sabía que
las aguas estaban llorando a causa de su separación y viendo sus lágrimas se llenó de tristeza.
Él también estaba triste.
Algunos dicen que Él extendió su propio manto
entre las aguas; otros dicen que para ese propósito utilizó un pedazo de
vasija. Todas las fuentes coinciden en que Él selló el "firmamento"
con su propio nombre inefable y encargó a un ángel especial vigilar la
integridad del cielo. Este ángel, nombrado
un eón antes que el otro que está a la puerta del Paraíso, guarda el gran
sello, y cada vez que la maldición de un judío rasga el manto, el ángel está
ahí para separarlo. Sólo cuando Él finalmente triunfó en la separación de las
aguas pudo dedicarse a crear la tierra.
Para no desorientarse al explorar el agua uno
no debe perder de vista su naturaleza dual.
En muchas lenguas africanas la palabra que designa las "aguas de la creación" es la misma que se
usaba para designar a los mellizos.
El agua de los sueños tiene dos caras. El diluvio, la sangre, la lluvia, la leche, el semen y el rocío, cada una de las aguas
tiene un gemelo idéntico. El agua es profunda y somera, dadora de la vida y
asesina. Hermanada, el agua surge del caos, y las aguas no pueden ser más que
duales
LA NATURALEZA DUAL
DEL AGUA: PUREZA Y LIMPIEZA
Un
modo muy
especial en que se muestra la naturaleza dual del agua es su habilidad tanto para purificar como para limpiar.
El agua comunica su pureza al tocar o despertar la sustancia de una cosa y
limpia al lavar la suciedad de su
superficie.
No pretendo ocuparme ahora de la pureza
sustantiva que el agua irradia; es más bien
su otro aspecto el que estoy considerando. Deseo concentrarme en la
habilidad del agua para lavar y debo tener cuidado para no verme desviado y distraído por su pureza.
Mi tema es el poder del agua para limpiar, para
desprender lo que se pega a la gente, a sus
ropas o a sus calles. El poder que el agua tiene para penetrar cuerpo y
alma y comunicarles su propia frescura, claridad y pureza es otro asunto con
una historia enteramente diferente.
La distinción entre purificación y limpieza es
obvia aunque difícil de aclarar. La última
transformación arcaica del miasma18 en Grecia, seguida por
la tradición gnóstica y la teología bautismal, han confundido bajo el emblema del "agua" que determina las
sensibilidades modernas, la bendición purificadora y el lavado con detergente.
En nuestro siglo la psicología y las ciencias
religiosas han continuado esta confusa tradición y, consecuentemente, la
discusión del poder del agua para desprender y purgar la suciedad se encomendó
a la higiene y a la ingeniería. Como
resultado, las funciones simbólicas de la ablución y el lavado, en la medida en
que son distintas de la purificación, se han investigado poco.
La purificación no es de
ningún modo un proceso para el cual siempre se necesite agua. El agua se usa con frecuencia en
ese proceso aunque la purificación también
se realiza por otros medios: se utiliza la sangre, pero también los encantamientos, las procesiones
ruidosas, las danzas extáticas, la imposición de manos,
los trances inducidos o los sueños, el uso de amuletos, las fumigaciones o el
contacto con el fuego. Sin embargo, a la pureza que restaura o confiere el
agua se vincula una connotación particular de frescura y transparencia que transforma el fondo más
profundo del ser, y por ello tan frecuentemente se asocia con el
"renacer".
Una reflexión sobre el vocabulario es útil para
clarificar la diferencia entre purificación y limpieza. La pureza se refiere a
una cualidad del ser. Aun cuando esa cualidad aparece en la superficie de un
ser, se percibe como la manifestación de
algo profundo dentro de ese ser. Su belleza puede perderse sólo a través
de la corrupción del núcleo del ser. No hay palabra para decir lo que se pierde entonces. La pérdida sólo puede expresarse
con un compuesto negativo: no podemos evitar el decir "impuro".
En contraste con esa referencia negativa a la
condición que demanda purificación, las
lenguas indogermánicas poseen un rico registro para referirse a las condiciones que requieren limpieza.
El miasma que puede lavarse se da, en términos crudos y directos,
como algo que se pega a la piel, tal como
la tierra del suelo (soiled, de soil, suelo en inglés, significa
sucio), la mierda (una palabra que en
inglés —shit- viene de la misma raíz que dirt, y dirty sucio
y suciedad), las cosas viles, feas, hediondas (foul-filthy), el estiércol (dung del antiguo germánico quat,
Kot), la cola o la savia (sucio, sudicio) o el lodo mud
(en irlandés loth, de la misma raíz que el latín lutum). Son todas estas cosas terrenales que el agua
arrastra. Actúa como un disolvente (ab-suelve), quita esos residuos de
actividades pasadas y libera a la persona
de una carga. Tampoco es solamente la condición que requiere tal limpieza la que directamente se expresa en
nuestras lenguas; lo que el agua misma hace se describe mediante varios
verbos diferentes: los dedos, la cara y la
boca se enjuagan; las ropas se lavan; el cuerpo y también los pies se bañan al
lavarse.
En una misma ceremonia el agua puede a veces
tanto purificar como limpiar. En donde esa
acción es más evidente es en el lavado de los muertos. El testimonio de
esa costumbre está desde Homero, y ha permanecido, hasta nuestro siglo XX, como un rasgo común de los rituales funerarios
cristianos, judíos y musulmanes desde Marruecos a los Urales. La
Iglesia ha elevado esta tarea a la dignidad
de un acto de piedad. La impuso San Ignacio de Loyola a sus novicios antes de
aceptar sus votos como jesuitas. Pero aparte de tal heroísmo masculino,
sigue siendo un acto realizado fundamentalmente por mujeres, ancianas viudas y
semibrujas —muy frecuentemente las mismas
mujeres que lavan también al recién nacido—. Lavar a los recién nacidos o a los muertos conlleva
peligros que las mujeres enfrentan mejor que los hombres.
Antes de empezar su lavado, la mujer judía coloca una pañoleta sobre la cara del cadáver; la
mujer rusa se inclina profundamente y pide al muerto que la perdone por
desvestir sus restos. La ceremonia se
realiza principalmente para librar al cadáver de un aura que se adhiere a él. Un aura que no debe ir con el
muerto dentro de la tumba. En tales ocasiones se pone mucho cuidado para
que al tirar el agua usada el cadáver no
vuelva a recoger esa aura otra vez. Sólo los cadáveres lavados así no permanecerán pegados a su
ambiente, no quedarán prisioneros de este mundo para rondar a los que aún
están vivos. Lo que para el hombre o
mujer muertos es "ablución", "absolución", liberación del
gravoso suelo y de la suciedad es,
para los vivos, la purificación de su espacio de morada corrompido por la muerte.
LAS AGUAS DEL
LETEO
Una
vez que
el muerto ha sido lavado, puede emprender el viaje. Todos los peregrinos indogermánicos
—griegos, índicos, nórdicos y célticos— cruzan el mismo paisaje funerario en su
camino al más allá y la hidrología mítica en esa ruta es la misma: al
final de su viaje llegan a un cuerpo de agua. Esa agua separa dos mundos: divide
el presente del pasado en el que los muertos se mueven. Ese otro mundo no tiene un lugar fijo
común en el mapa mental de los mitos
indogermánicos; puede estar situado bajo la tierra, en la cima de una montaña, en una isla, en el cielo
o en una caverna. Sin embargo, este
otro mundo es siempre un dominio establecido más allá de un cuerpo de agua —más allá del océano, el río o la
bahía—. En algunas regiones se cruza esa agua en una barca; en otras es
necesario vadear o nadar. Las lentas
aguas fluyentes que el viajero cruza
son en todas partes representativas de la corriente
del olvido; el agua tiene el poder de despojar a aquellos que la cruzan
de los recuerdos que los atan a la vida. El somnoliento golpeteo de la cabeza en el threnos, con el que las plañideras
arrullan a los héroes de Tebas en su
último sueño, recuerda a Esquilo el golpeteo monótono de los remos a través
del río Aqueronte.19
Este río, que suma los
recuerdos, despoja de la memoria y arranca a los muertos aquellos hechos que les sobreviven, los
griegos lo llamaron "Leteo". Tal
como los egipcios, para quienes el Nilo fue la división entre los dos reinos, colocaron el reino de la sombra en la
ribera occidental, hacia el horizonte, donde el cielo y la tierra se
funden; así, en la antigüedad más reciente
este cuerpo de agua se situó en la lejana Galicia. Durante la Edad Media las pobres almas en camino hacia el
purgatorio tenían que cruzar el Océano Atlántico para llegar a la
fabulosa isla de San Patricio, visible al noroeste
de Cabo Verde hasta finales del siglo XV.
Bruce Lincoln ha mostrado que hay aún otro
rasgo común en toda la mito-hidrografía
indogermánica. Lo que los ríos o las playas desprenden de quienes los cruzan no se destruye. Todas las
aguas míticas alimentan una fuente
que está situada en el otro lado. Las corrientes llevan los recuerdos que el
Leteo lavó de los pies de los muertos hacia ese pozo, transformando de esa manera a los seres desaparecidos en meras
sombras. A este pozo del recuerdo los
griegos lo llamaron Mnemosina. En sus claras aguas los residuos de las
vidas consumadas flotan como las partículas de arena fina en el fondo de una
fuerte burbujeante. De este modo un mortal que ha sido bendecido por los dioses puede acercarse a ese pozo
y escuchar a las musas cantar en sus
varias voces lo que es, lo que fue y lo que será. Bajo la protección de
Mnemosina, si bebe de sus aguas tendrá memoria de los residuos que se ahogaron en su seno. Cuando vuelva de
su viaje, de su sueño o visión, puede contar lo que ha extraído de esa
fuente. Filón dice que ocupando el lugar de una sombra el poeta recoge los
hechos que un hombre ha olvidado. De esta forma, el mundo de los vivos se nutre
constantemente del flujo del regazo de
Mnemosina a través del cual el agua de los sueños hace llegar a los
vivos aquellos hechos que las sombras ya no necesitan.
Escaneado de Iván Illich, "H2O y las aguas del olvido". En Iván Illich, Obras Reunidas II, México: FCE, 2008; pags. 364-371; traducción de José María Sbert del original en inglés: "H2O and the Waters of Forgetfulness", London: Marion Boyars, 1986.
Notas de pie de página
16 Stella Kramrich, "The Triple Structure of Creation in the Rig-Veda", History ofReligions, vol. 2, 1963, pp. 140-175, 257-285, 1963, comenta acerca de los pasajes correspondientes del Rig-Veda: "Como toro las genera y como niño las chupa y ellas lo lamen... Se introduce en aquellas que no comen y no son engañadas, inquietas hijas del cielo que no se visten y no están desnudas... teniendo un lecho en común... las siete melodías que reciben un germen en común... y él es la matriz de la madre".
17 Louis Ginzberg, The Legends ofthe Jews, Jewish Publication Society of America, Filadelfia, 1:13-18, 1968., y sus notas y bibliografía (véase sus pies de página a las Legends on the Pentateuch 5, notas 48, 49, 54, edición en inglés). Es digno de notarse que el rabino Akiba advertía a sus discípulos no "gritar ¡agua! cuando se tenía una visión de cristal alrededor del trono de Dios" (Hag 14b). Sobre la "división de los humores" la separación de las lágrimas en aquellas de la risa y las del dolor, comenzaron con Flemming Friis Hvidberg, Weéping and Laugther in the Oíd Testament, E. J. Brill, Leiden, 1962. La enseñanza judía y la teología cristiana han interpretado el Génesis como la revelación acerca de la Creación a partir de "nada" y han hecho de la "materia" tanto como de la forma contingentes de la palabra de Dios. Esa idea teológica ha tenido una profunda influencia en el pensamiento filosófico occidental; véase L. D. Sertillanges, Lia.ee de création tí ses retentissements en philosophie, Désele, París, 1945.
18 Miasma: véase Julius Pokorny (Indogermanisches Woerterbuch-Diccionario Indogermánico): + mai(=moi-?) beflecken, beschmutzen; anglosajón mal, n. "Fleck, Makel" — antiguo alto alemán. Mismo significado para Meil — y posiblemente su equivalente en lituano (Sumpfwiese o campo pantanoso), Kluge en Mhd, mal, sbstv. Onians, 585; mancha descolorida en inglés antiguo; mancha o tacha después del siglo xiv.
19 Martín Ninck, Die Bedeutung des Wassers im Kult und Leben der Alten. Eine symbol-geschichtliche Untersuchung, reedición, Wiesbaden, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1921, 1967, p. 122, nota 2: "Esa imagen nos ofrece una profunda visión del carácter de la desdicha... El arrullo para el otro 'lado' debe ser más grave y apagado, como si lo estuvieran a uno adormeciendo". Johannes Marringer, "Das Wasser im Kult und Glauben der vorgeschichtlichen Menschen", Antrhopos, 68, 1973, pp. 705-776, revisa lo que sabemos acerca del significado que se daba al agua en tiempos prehistóricos; el agua era tanto "fértil" como "orilla" para el otro mundo.
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