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sábado, 27 de mayo de 2017

Alerta con la tentación neonazi*

En nuestro ambiente político se advierten actitudes de estilo neonazi, es decir totalitario. Lo malo es que detrás de un “estilo de acción” fácilmente se desliza también una “ideología”; y por lo tanto quien actúa con sistemas totalitarios apoya también las ideas y los valores antidemocráticos (aunque sea sin querer).

¿En qué se nota el estilo de acción neonazi? ¿Cuáles son algunas de sus características?

Los que creen que ellos tienen toda la verdad política, y solamente ellos la tienen, están en un esquema neonazi.

Los que usan las palabras sonoras como sustitutivo de las ideas, o a falta de las ideas iluminadas, se utilizan solamente los mandatos tajantes y los slogans, se acercan al totalitarismo. Porque convertir la política en simple publicidad comercial y patrocinar la histeria colectiva, esta es una técnica neonazi.

Los que creen en la lógica de la pistola, y patrocinan el terrorismo, lógicamente son neonazis. También lo son los que piensan en destruir, antes de saber qué se va a construir luego, como alternativa.

Los que siguen creyendo en el culto a los jefes y el prestigio de las personalidades políticas, están afectados por la tentación neonazi.

Creer más en los símbolos patrios que en la realidad concreta de la patria de carne y hueso, es otra de estas desviaciones. La patria son su gente, sus fronteras, su riqueza, y no solamente una emotividad abstracta.

No se puede tener tampoco una doble medida de la democracia y los derechos humanos: una para cuando se gobierna y otra para cuando se está en el llano; porque esta actitud llevaría a un típico error neonazi: creer más en el orden que en la justicia; o en otras palabras, pensar que puede haber un orden social que no se base en la justicia social.

En fin el resumen de esta tentación totalitaria en la política estaría en valorar más el resultado que al hombre.

En este momento preelectoral es muy importante valorar que la libertad humana solamente se puede fundamentar sobre la inteligencia y el conocimiento. Por eso sería peligroso apoyar una campaña electoral sobre la emotividad, o manipulando la zona menos racional y libre de la persona humana.

*Último editorial de Luis Espinal Camps en Radio Fides, jueves 21 de marzo 1980

Extractado de "Luis Espinal. El grito de un pueblo". Alfonso Gumucio Dagron (Comp.). Plural Editores, Fundación Xavier Albó: La Paz, 2017


lunes, 8 de mayo de 2017

¿QUÉ ES EL POPULISMO?

por JAN-WERNER MÜLLER, 



En este análisis innovador, Jan-Werner Müller sostiene que en el meollo del populismo hay un rechazo del pluralismo. Los populistas siempre pretenderán que ellos, y sólo ellos, representan al pueblo y sus auténticos intereses. Müller muestra también que, a contrapelo de las ideas convencionales, los populistas pueden llegar a gobernar en base a su pretensión de tener la exclusiva representación moral del pueblo: si los populistas obtienen suficiente poder, terminarán creando un Estado autoritario que excluya a todos aquellos que no se considera formen parte del “pueblo” propiamente dicho. El libro propone algunas estrategias concretas para que los demócratas liberales tengan una mejor chance de lidiar con los populistas y, sobre todo, puedan refutar sus pretensiones excluyentes de expresar a “la mayoría silenciosa” o “el pueblo verdadero”.

Donald Trump, Silvio Berlusconi, Marine Le Pen, Hugo Chávez —los populistas dan mucho que hablar en todo el mundo—. ¿Pero qué es precisamente el populismo? ¿Deberíamos llamar populista a cualquiera que critique a Wall Street o Washington? ¿Cuál es precisamente la diferencia entre el populismo de derecha y el populismo de izquierda? ¿Es el populismo la fuerza que acerca el gobierno al pueblo o es una amenaza a la democracia? ¿Quiénes son finalmente “el pueblo” y quién puede hablar en su nombre? Nunca antes estas preguntas han sido tan apremiantes.

Con un análisis claro, comprensible y provocador, “¿Qué es el populismo?” se apoya en la historia contemporánea y extrae ejemplos de América Latina, Europa y Estados Unidos para definir las características del populismo y las causas más profundas de sus triunfos electorales en estos tiempos.

“Aparte de estas características –las que sin embargo se explican nuevamente por las pretensiones moralistas que subyacen al populismo– hay un objetivo más mundano que las constituciones podrían lograr para los populistas: pueden ayudarles a mantener el poder. Por supuesto, se podría decir que incluso este objetivo tiene aún una dimensión moral relacionada con la imaginación populista subyacente: siendo los únicos representantes legítimos del pueblo, los populistas ‘deberían’ quedarse en el gobierno a perpetuidad. Y si el propósito se vuelve la preservación del poder, entonces hay también la posibilidad de que los populistas traten a la constitución como una simple fachada, mientras se manejan de manera muy diferente detrás de la misma. Quizás estén dispuestos incluso a sacrificar su propia constitución si ya no les es útil para ese propósito. A este respecto el ejemplo apropiado son los jacobinos. Como lo ha mostrado Dan Edelstein, su preocupación tenía mucho menos que ver con la expresión fiel de la voluntad general de lo que los historiadores se han inclinado a asumir. Los jacobinos se preocupaban sobre las corrupciones de la voluntad general y situaron su esperanza en la realización de una forma de derecho natural enteramente independiente de las voluntades reales (y debilidades concomitantes) del pueblo. Cuando su propia constitución –y las elecciones que facultaba– amenazaban con sacar a los jacobinos del poder, éstos no dudaron en suspender de hecho la constitución y desatar el terror en contra de aquellos considerados ‘hors la loi’ [fuera de la ley]”. (p. 63-4)

SIETE TESIS SOBRE EL POPULISMO por Jan-Werner Müller*

1. El populismo no es ni la cara auténtica de la moderna política democrática ni una suerte de patología ocasionada por ciudadanos irracionales. Es la sombra permanente que acompaña a la política representativa. Siempre existe la posibilidad de que un actor hable a nombre del “verdadero pueblo” como una forma de enfrentar a las élites de poder vigentes. No existía el populismo en la antigua Grecia; tal vez demagogia, pero no populismo, puesto que este último sólo surge en los sistemas representativos. Los populistas no están en contra del principio de representación; insisten únicamente que sólo ellos son los representantes legítimos.

2. No todo aquel que critica a las élites es populista. Aparte de ser antielitistas, los populistas son antipluralistas. Pretenden que son ellos y únicamente ellos quienes representan al pueblo. Todos los otros contendores políticos son esencialmente ilegítimos, y todos aquellos que no los respaldan no son propiamente parte del pueblo. Cuando están en la oposición, los populistas insisten necesariamente en que las élites son inmorales, mientras que el pueblo es una entidad moral cuya voluntad homogénea es incapaz de equivocarse.

3. Con frecuencia puede parecer que los populistas pretenden representar el bien común tal como lo desea el pueblo. Si se mira más de cerca, resulta que lo importante para los populistas es menos el producto de un genuino proceso de formación de la voluntad [colectiva] o un bien común que cualquiera con sentido común puede averiguar, y más bien una representación simbólica del “pueblo verdadero” del cual se puede deducir la política adecuada. Esto vuelve a la posición política de un populista en inmune a la refutación empírica. Los populistas siempre pueden recurrir al “verdadero pueblo” o la “mayoría silenciosa” como opuestos a los representantes elegidos y los resultados oficiales de una votación.

4. Mientras que los populistas convocan a menudo a referendos, tales ejercicios no implican el inicio de procesos abiertos de formación de una voluntad democrática entre los ciudadanos. Los populistas simplemente quieren que se los confirme en lo que ellos han determinado de antemano sea la voluntad del pueblo auténtico. El populismo no es una ruta hacia una participación ampliada en la política.

5. Los populistas pueden gobernar; y ellos probablemente lo harán en correspondencia con su adhesión básica a la idea de que sólo ellos representan al pueblo. En concreto, se abocarán a ocupar el Estado, promover el clientelismo de las bases y la corrupción [de las nueva élites], y la represión de todo lo que represente una sociedad civil crítica. Estas prácticas encuentran una justificación moral explícita en el imaginario político de los populistas quienes pueden así reivindicarlas abiertamente. Los populistas pueden también redactar constituciones; éstas serán constituciones partidarias o “excluyentes” diseñadas para mantener a los populistas en el poder, a nombre de perpetuar una voluntad popular supuestamente originaria y auténtica. Es probable que ellos conduzcan a un serio conflicto constitucional en algún momento o el siguiente.

6. A los populistas hay que criticarlos por lo que son —un verdadero peligro para la democracia (y no únicamente para el “liberalismo”) —. Pero eso no quiere decir que no debamos desafiarlos a un debate político. Hablar con los populistas no es lo mismo que hablar como los populistas. Se puede abordar los problemas que ellos plantean con seriedad sin tener que aceptar las formas en que ellos formulan estos problemas.

7. El populismo no es un remedio a la democracia liberal, como a veces se afirma, en el sentido de que “acerque la política al pueblo” o restituya la soberanía popular. Pero puede servir para poner en claro que hay sectores de la población que efectivamente carecen de representación política (la falta de representación puede ser respecto a intereses o identidad, o ambos). Esto no justifica la pretensión de los populistas de que únicamente los que los respaldan son el verdadero pueblo y de ser ellos los únicos representantes legítimos. El populismo entonces debería obligar a los defensores de la democracia liberal a pensar más exhaustivamente acerca de qué deficiencias de representación podría haber en la actualidad. Debería también obligarlos a abordar algunas cuestiones morales más generales. ¿Cuáles son los criterios de pertenencia al sistema político? ¿Por qué el pluralismo es justamente algo que vale la pena preservar? ¿Y cómo se pueden abordar las preocupaciones de los votantes populistas considerados como ciudadanos libres e iguales, y no como casos patológicos de hombres y mujeres impulsados por la frustración, el rencor y el resentimiento? La esperanza es que este libro haya sugerido al menos algunas respuestas a estas preguntas.

* Traducción (no autorizada) de Hernando Calla; La Paz – Bolivia, 25 mayo 2017



Extractado de Jan-Werner Müller, “What is populism?” [¿Qué es el populismo?]. (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2016).

Jan-Werner Müller es Profesor de Política en la Universidad de Princeton. Es autor de varios libros, entre los más recientes: “Refutando a la democracia: las ideas políticas en Europa del siglo XX”. Müller escribe con regularidad en el London Review of Books, el Guardian, y el New York Review of Books.

Fuente: http://www.upenn.edu/pennpress/book/15615.html