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miércoles, 3 de octubre de 2018

LA HUELGA DE HAMBRE DE 1977 – 1978



por Hernando Calla *

El 28 de diciembre de 1977, un grupo de mujeres y esposas de mineros que habían sido despedidos o detenidos por causas político-sindicales iniciaron una huelga de hambre que en pocos días se convirtió en una onda expansiva que involucró a más de mil huelguistas y, luego de 21 días de ayuno voluntario, consiguió ampliar la mezquina amnistía navideña (con la que el Gobierno militar de Banzer pretendía legitimar su convocatoria a elecciones para el siguiente año) hasta convertirla en una “amnistía general e irrestricta”  -- reconquistando de este modo las libertades políticas y sindicales en el país -- en beneficio de una apertura democrática más genuina después de los 7 años de dictadura.

En aquellos tiempos, los partidos políticos jugaban un rol secundario debido a que la política se disputaba principalmente entre los dos principales factores de poder entonces vigentes: el movimiento obrero y las Fuerzas Armadas. Por ello mismo, cualquier acción de las bases, aún las de tipo meramente reivindicativo, tenía connotaciones políticas en parte debido a la proscripción oficial de los sindicatos y partidos.

Ya entonces se podía hablar de un movimiento popular con una base más amplia que el solo movimiento obrero organizado en torno a la Central Obrera Boliviana y uno de cuyos componentes centrales era la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia. En efecto, los campesinos habían roto formalmente su relación clientelista con el Estado desde el momento en que una nueva generación de líderes kataristas desconoció a la confederación nacional oficialista a fines de 1977 para terminar incorporados, unitaria pero diferenciadamente, a la COB como Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia.

A fines de 1976, se organizó la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia con una composición más ecuménica y secular que la Comisión Justicia y Paz, la que había realizado una importante labor de denuncia en la primera época del gobierno banzerista. Esta organización de defensa de los derechos humanos fue muy importante para la actuación de aquellos hombres y mujeres solidarias de las Iglesias, entre los que destacaban el P. Julio Tumiri, P. Gregorio Iriarte, la Hna. Amparo Carvajal y tantos otros activistas eclesiásticos como Germán Crespo de la Iglesia Metodista o laicos como José Antezana y su compañera Edith Rodríguez o Leonardo Ríos, o troskystas como Rina Pérez o el Germán Gutiérrez , que se identificaban  con las demandas de vigencia de las libertades políticas y sindicales suspendidas durante varios años, y estaban dispuestos a luchar por objetivos políticos concretos, aunque durante el período la sola mención de la palabra "política" había sido estigmatizada por el régimen militar.

Fue en el seno de esta organización que la iniciativa de la huelga de hambre de las mujeres mineras y sus hijos encontró eco, gracias a la persuasión de Domitila Chungara como dirigente de las Amas de Casa Mineras para que se les brindase apoyo no sólo moral sino material, a pesar de las objeciones muy atendibles de varios sectores respecto a que el momento no era oportuno. Por un lado, militantes de algunos partidos políticos pensaban que, aunque la amnistía era efectivamente muy restringida, de todos modos era mejor que nada y el tiempo que distaba hasta las próximas elecciones ya anunciadas por el régimen (para junio de 1978) permitirían  la reorganización del movimiento popular. Por otro lado, existían objeciones de tipo más puntual como el hecho de que las universidades estaban cerradas desde la Navidad y que, además, los feriados de Año Nuevo eran días muertos para las posibilidades de repercusión de la huelga, y aún de negociación con el gobierno sobre las demandas de las mujeres huelguistas.

Existieron otros grupos o instituciones como ser los estudiantes de las universidades públicas, la Unión de Mujeres de Bolivia o el Taller de Teatro Popular que, al igual que la Asamblea de Derechos Humanos de Bolivia que tenía representaciones locales en varios Departamentos y centros mineros, se plegaron a la huelga oportunamente e identificaron con la lucha popular y sus demandas de una recuperación plena de las libertades políticas y sindicales.

Esta convergencia de distintos actores e iniciativas al interior del movimiento popular fue muy importante para el logro de los objetivos de la huelga de hambre que básicamente se resumían en la petición de una "amnistía general e irrestricta" y en la demanda de reincorporación de los obreros despedidos a sus fuentes de trabajo. Estos objetivos fueron ampliamente alcanzados con el fin de la huelga el 17 de enero de 1978 y el triunfo del movimiento huelguístico; como consecuencia de los acuerdos logrados por los huelguistas, las dirigencias sindicales recuperaron su posición legítima de representación de los intereses de sus afiliados, connotados dirigentes políticos como Marcelo Quiroga Santa Cruz o Hernán Siles Suazo retornaron al país o salieron de la clandestinidad y, poco tiempo después, se evidenció la desmilitarización de los distritos mineros.

Si bien es cierto que durante todo este proceso el movimiento popular se encontraba enfrentado con el Estado en su expresión más represiva, las Fuerzas Armadas, tal enfrentamiento no implicaba la negación radical de dicho Estado sino su democratización, es decir, el repliegue de las Fuerzas Armadas a sus funciones específicas y la restitución de la democracia representativa como estructura de mediación política entre los sujetos sociales y el Estado.

A diferencia de lo ocurrido en otros momentos de la historia del país, la democracia representativa pasa a formar parte, en esta coyuntura, del acervo cultural del movimiento popular. Como lo planteara elocuentemente René Zavaleta, esto se manifestó con fuerza en noviembre de 1979 en ocasión del sangriento golpe militar encabezado por el general Natusch Busch junto a prominentes figuras del MNR, cuando las masas salen a las calles y caminos a enfrentarse desarmados con los tanques y aviones de los militares, los cuales llegaron a provocar cerca de 200 muertos según un documento testimonial publicado por la Asamblea de Derechos Humanos.

La asonada sangrienta terminó siendo derrotada luego de 16 días de enfrentamientos y negociaciones, en las cuales la cúpula de la COB descartó el ofrecimiento de Natusch para cogobernar con los golpistas y exigió la restitución del proceso democrático, lo que finalmente desemboca en la elección de Lidia Gueiler como Mandataria (la restitución del Walter Guevara como Presidente fue vetada por los militares), en cuyo corto período su gobierno tuvo el dudoso privilegio de sufrir uno de los primeros bloqueos campesinos en el Altiplano que son ahora característicos del conflicto social en el país. En este período también ocurrieron los horrendos atentados y asesinatos políticos de dirigentes de la Unidad Democrática y Popular, el director del semanario Aquí, Luis Espinal y, posteriormente, el líder del Partido Socialista Uno, Marcelo Quiroga Santa Cruz, junto a otros dirigentes políticos y sindicales.

Aunque derrotada la asonada militar de 1979, el país tuvo que enfrentar un nuevo golpe militar encabezado por el general Luis García Meza en julio de 1980, el cual esta vez tuvo éxito en descabezar rápidamente la resistencia organizada de la COB y los otros actores de la sociedad civil que habían conformado el Comité para la Defensa de la Democracia (CONADE), llegando a controlar rápidamente -- mediante una violencia selectiva, monitoreada por asesores argentinos y militares golpistas -- la situación política interna, a pesar del repudio y aislamiento internacional.

De esta manera, el movimiento democrático por los derechos civiles y humanos que había logrado la apertura democrática del período 1978 – 1980  llegó a su fin, siendo liquidado por los miembros más extremistas de las Fuerzas Armadas; sin embargo, a pesar de haber anunciado los golpistas que se quedarían en el poder por 20 años, los militares tuvieron que replegarse a sus cuarteles y, por la presión final de una huelga general decretada por la COB, entregar el poder a los políticos apenas 2 años después.

* Hernando Calla estuvo en el 1er congreso de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos y el 2do piquete instalado en el periódico Presencia en solidaridad  con la huelga de hambre de las mujeres mineras en 1977-78 (Texto inédito escrito en 2003)