por Hernando Calla*
La
perversión del derecho como instrumento de persecución política (I)
“Para mis amigos,
todo; para mis enemigos, la ley” (Kurt Weyland, 2013)
A la salida de la audiencia de medidas cautelares a Soledad
Chapetón, la Warmi Alcaldesa de El
Alto, la multitud que se había congregado para apoyarla y las activistas que se
habían solidarizado con ella por el acoso y persecución política de que es
víctima coreaba al unísono: ¡Esto no es justicia, es persecución! ¡Esto no es
justicia, es persecución! ¡Esto no es justicia…!
Aunque la audiencia se prolongó (con un cuarto intermedio a
medianoche) hasta el día siguiente, el gobierno no consiguió su objetivo de
detención preventiva para la alcaldesa mediante solicitud expresa del Viceministro
de Justicia Diego Jiménez para que la juez anticorrupción asignada a conocer el
caso de “incumplimiento de deberes” y “daño económico al Estado” contra
Chapetón imponga dicha medida cautelar a la autoridad edilicia. Si bien “la
Sole” continúa en libertad y podrá seguir ejerciendo sus funciones como
alcaldesa, como medida precautoria para evitar “riesgo de fuga” y “obstaculización
de la justicia”, ella debía ofrecer dos garantes y presentarse a la fiscalía cada
15 días para firmar constancia de cumplimiento de su arraigo en el país
decretado por la juez anticorrupción.
Los casos de instrumentalización del derecho para perseguir
y defenestrar autoridades y políticos opositores por parte del partido
gobernante se remontan a los primeros años del gobierno de Evo Morales. Si bien
esta persecución judicial empezó muy tempranamente (al menos desde 2008) contra
autoridades departamentales o municipales de la llamada “media luna” (Leopoldo
Fernández de Pando, Rubén Costas de Santa Cruz, Mario Cossío de Tarija, Manfred
Reyes Villa de Cochabamba, José Luis Paredes en La Paz, sólo para nombrar los
más poderosos a nivel departamental), la misma no fue percibida como tal por
amplios sectores sociales, toda vez que los diversos casos por los que se
enjuiciaba a varias de estas autoridades parecían surgir justificadamente de
las promesas electorales de Evo Morales para combatir la corrupción apañada por
los partidos tradicionales que se habían turnado en el poder en las pasadas
décadas.
Por lo mismo, tampoco la mayoría percibe como persecución
política el proceso judicial contra el alcalde José María Leyes de Cochabamba;
el caso del sobreprecio en las “mochilas escolares” huele fuertemente a
corrupción institucionalizada como para que la ciudadanía menos informada cuestione
la legitimidad de la detención primero preventiva y luego domiciliaria del
alcalde Leyes quien, con tal motivo, dejó de serlo. Lo que no percibe es que se
trata de una naturalización de la detención preventiva en todo el
funcionamiento del sistema judicial (según las estadísticas oficiales, más del
80% de los detenidos en las cárceles del país lo son preventivamente y no
porque hayan sido encontrado culpables de los delitos cometidos) que para los
casos de autoridades electas como son los alcaldes y gobernadores resulta
totalmente inapropiada pues atenta contra la continuidad de las gestiones
municipales o departamentales, es generalmente injustificada pues se trata de
personas con trayectoria política, carrera profesional y patrimonio económico,
y sobre todo políticamente aberrante toda vez que mediante la simple imputación
de un fiscal a quien nadie eligió se puede impedir la continuidad de una autoridad
que está ejerciendo legítimamente el cargo para el que fue elegida.
Es cada vez más evidente que el acoso político del
oficialismo contra políticos de la oposición recrudecerá frente a la coyuntura
electoral que se avecina en esta etapa terminal del “proceso de cambio”,
particularmente contra aquellos opositores que tienen alguna posibilidad de
hacerle frente o proyectar alguna sombra que amenace al caudillo único. Si bien
los innumerables procesos contra Samuel Doria Medina, Rubén Costas, Ernesto
Suarez y Luis Revilla han hecho noticia en varios momentos del acontecer
político nacional, estos políticos no llegan a quitarles el sueño a los
masistas toda vez que las encuestas preelectorales no muestran ningún favoritismo
a sus potenciales candidaturas opositoras.
Por lo visto, el único político “tradicional” que parece
quitarles el sueño es el ex presidente Carlos Mesa. Sólo así puede entenderse
los casos de acoso político judicial a los que ha sido sometido últimamente,
primero por el caso de supuestos sobornos en un contrato vial con la empresa
brasileña Camargo Correa acordado durante su gestión pero nunca ejecutado por
su gobierno, y segundo por un decreto de nacionalización de concesiones mineras
ilegalmente obtenidas por la empresa Non
Metallic Minerals – Quiborax, decreto emitido por el gobierno de Carlos
Mesa aunque formalmente abrogado por el gobierno de Eduardo Rodríguez Veltzé. Luego
de pagar $ 42,6 millones a los demandantes después de una sinuosa y sospechosa
negociación con los abogados chilenos de NMM, la Procuradoría General pretende
acusar a Mesa por haber actuado ilegalmente y causado daño económico al Estado
con ese decreto tempranamente nacionalizador de 2004, aparentemente para
ocultar su propia y desastrosa defensa del caso ante el CIADI. No obstante, lo
principal sigue siendo la inhabilitación de Mesa como potencial candidato de
una hipotética coalición opositora unificada.
Lo que más parece preocuparles a los masistas es la
aparición de nuevos líderes no tradicionales que provengan de los sectores
populares y que pudieran proyectar alguna sombra hacia el caudillo “insustituible”
del MAS. El reciente intento por defenestrar a la Sole en El Alto es una prueba
de ello. Otro caso similar fue el virtual derrocamiento de Joaquino en Potosí. Aunque
actualmente aliado del oficialismo y representante potosino en el Senado por el
MAS, el enjuiciamiento del ex alcalde de Potosí René Joaquino en 2013 por
supuesto daño económico al Estado por la compra de algún equipamiento a medio
uso (y por tanto más barato) para las labores usuales de un municipio, es
paradigmático de este uso instrumental de la justicia para defenestrar
autoridades elegidas por el voto popular con fines de copamiento oficialista de
los espacios de poder departamental y/o municipal.
La
perversión del derecho como instrumento de persecución política (II)
El caso más emblemático de perversión de la justicia en
Bolivia es el juicio que el Estado plurinacional lleva adelante contra 12 personas
acusadas con cargos de “terrorismo-separatismo” por su supuesta complicidad con
el propósito de alzamiento armado de un grupo irregular desarticulado
violentamente en Santa Cruz. Tiene relación con los hechos del 16 de abril de
2009 ocurridos en la intervención de un grupo policial de elite en el Hotel de
las Américas, donde fueron asesinados extrajudicialmente el húngaro-boliviano,
Eduardo Rózsa-Flores, el irlandés Michael Dwyer y el también húngaro Árpád
Magyarosi.
Según testigos de las audiencias que ya llevan más de 8
años, la presentación por parte de los fiscales del régimen de los supuestos
indicios e hipótesis conspirativas fue aberrante por la contaminación,
suplantación y siembra de pruebas falsas. Entre otras razones, porque este
juicio fue abierto en La Paz, se trasladó a Cochabamba y otros departamentos y
recién en su última fase fue devuelto a Santa Cruz; nunca tomaron en cuenta el
debido proceso, es decir el lugar de los hechos y su juez natural que debía
instalar y presidir el juicio.
Tampoco respetaron la norma legal de la presunción de
inocencia, a pesar de que en todo proceso que respete las normas de un juicio
justo, es una garantía que presume la inexistencia de hechos que se imputan a
los acusados, si es que no se producen pruebas concluyentes que prueben lo
contrario.
Durante el juicio, cuando la defensa de los acusados con
graves problemas de salud invocó ‘el derecho a la vida’, la respuesta del
fiscal entonces asignado al caso Sergio Céspedes fue que “en Bolivia los
tiempos políticos habían cambiado” y para simplificar su pensamiento agregó que
“En la antigua Constitución Política del Estado se valoraba la vida. En esta
nueva es Patria o Muerte” (Harold Olmos, “Labrado en la memoria”, por Susana
Seleme, 3/6/17)
¿Qué mayor prueba de la perversión política de la justicia
boliviana que esa declaración del fiscal del Estado plurinacional? Con estas
premisas perversas, el gobierno de Evo Morales lleva adelante desde hace más de
una década una estrategia de manipulación política del derecho contra cualquier
sombra opositora, real o ficticia, que amenace su proyecto populista de
perpetuación indefinida en el poder a cualquier costo.
Las garantías del debido proceso y la presunción de
inocencia posiblemente sean los aspectos más frágiles de los códigos penales en
nuestros países; por lo mismo, son fácilmente corrompibles hasta terminar
siendo sustituidos en los hechos por sus pares opuestos: la presunción de
culpabilidad de los acusados (particularmente si son enemigos políticos) hace
que los procesos judiciales atenten desde un inicio contra las garantías
constitucionales, una de las cuales es que no se puede detener preventivamente
a los procesados salvo por ciertos delitos y en circunstancias justificadas.
Es evidente que el costo humano en separación, aislamiento,
desánimo es enorme. Tal vez no llega a destruir la autoestima de los imputados si
perciben que buena parte de la sociedad condena el abuso político judicial del que
son objeto a menudo en forma arbitraria y aberrante, pero es seguro que los afecta
profundamente en sus vidas, al verse abruptamente separados de sus hijos,
padres y demás seres queridos, y en muchos casos afecta su salud al verse
aquejados por enfermedades relacionadas con la privación de libertad para
moverse y salir al exterior, además del agravamiento de dolencias y malestares
previos.
El derecho positivo tal como lo conocemos en el presente surgió
hace un milenio en la Europa medieval para ser luego adoptado por los Estados
modernos; por lo mismo, tiene una impronta cultural muy fuerte de las
sociedades europeas donde se fue desarrollando a lo largo de los siglos, hasta
ser también adoptado por los regímenes coloniales tributarios de los imperios
europeos y luego por las nacientes repúblicas del nuevo continente en los
siglos XVIII y XIX. De esta tradición occidental del derecho nacieron
concepciones garantistas singulares tales como la presunción de inocencia y el
debido proceso, aunque estas concepciones sean flores demasiado exóticas como
para dar por sentada su aplicación juiciosa en los procesos judiciales
administrados por los Estados latinoamericanos, incluido el Estado boliviano. La distancia entre la codificación de la presunción iuris tantum en nuestro sistema jurídico
penal y la aplicación de la misma en situaciones concretas siempre ha sido
grande, pero podría argumentarse que se ha agrandado mucho más últimamente,
incluso desde los tiempos llamados “neoliberales”.
A la tradición jurídica occidental que incluye la presunción
de inocencia y otras flores exóticas del derecho se les podría aplicar el dicho
de Francisco Iraizós a propósito del Modernismo: “Empresa tan descabellada como cultivar orquídeas en la helada meseta de
Los Andes”.
De todos modos, cuando estas presunciones garantistas son
violadas sistemáticamente por la perversión del derecho en instrumento de
persecución política, el mal ocasionado a la sociedad es abismal, pues el
sistema judicial se convierte en lo contrario de su pretendida función de
impartir justicia, se vuelve un mecanismo perverso de profundización de la
iniquidad –ausencia total de justicia– en la sociedad.
El sistema judicial obsecuente con el gobierno autocrático emula
en los hechos a la Santa Inquisición del feudalismo medieval decadente que
perseguía a los herejes y brujas que se resistían a acatar los dogmas de la
Iglesia Católica; hoy en nuestro país las brujas y herejes no son únicamente
los políticos opositores sino todos aquellos que nos oponemos al
desconocimiento de la constitución y las leyes por parte del Evocrata
convertido en usurpador de la voluntad popular.
*El autor es editor/traductor independiente
Publicado originalmente el 12/07/2018 en Rimay Pampa por Tonny Lopez (Ver https://rimaypampa.org/noticias/la-perversion-del-derecho-como/)
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