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jueves, 29 de marzo de 2018

El secreto histórico de la vida de Jesús

por Albert Schweitzer

La traición de Judas. La última revelación del secreto de la mesianidad*

¿Cuál fue, en realidad, la traición de Judas? De acuerdo con los relatos de nuestros Evangelios parece que él habría comunicado al Sanedrín el lugar y la hora exacta en que Jesús podría ser arrestado. Aunque la indicación del lugar desempeñó un papel en la traición de Judas, ese hecho fue secundario. Siempre era posible saber dónde estaba Jesús, porque él no se preocupaba de ocultar sus idas y venidas. Los miembros del Sanedrín, que proyectaban apoderarse de su persona, sólo tenían que hacerlo seguir por un espía, la noche de su salida de Jerusalén, para informarse del lugar adónde iba. No era necesario, pues, llamar a uno de sus discípulos para saberlo.

Ahora bien, la dificultad principal, se hallaba en otro plano. Lo difícil no era detener a Jesús, sino condenarlo, porque para eso carecían de argumentos valederos. Frente a él y sus adeptos se encontraban en la penosa situación en la cual toda instancia eclesiástica respetable necesariamente se halla alguna vez: a sus ojos, esa gente estaba demasiado convencida de que el Reino estaba próximo, su fe era exuberante, y expresaban con enorme entusiasmo esa creencia, que por lo demás compartían sus antagonistas, pero con ponderación y mesura. No podían fundar su condenación sobre el papel de Precursor que el pueblo atribuía a Jesús, pues las señales que éste había dado confirmaban esa dignidad. Por otra parte, no la había reivindicado nunca públicamente para sí. Pero su conducta pública les parecía peligrosa en extremo. Los aterrorizaba, situado a la cabeza del pueblo creyente. Por eso anhelaban desembarazarse de él, pero no lo conseguían.

Sólo se puede comprender la actitud del Sanedrín si se considera que, durante todo el ministerio de Jesús, nadie sospechó jamás que él se consideraba el Mesías. Por lo tanto, no encontraron nada que reprocharle y se vieron reducidos a hacerle preguntas insidiosas para desacreditarlo a los ojos del pueblo, pero no lo consiguieron.

Entonces se les presentó Judas y les procuró el arma mortal. Cuando oyeron lo que él tenía que decirles "se regocijaron", porque ahora tenían la suerte de Jesús en sus manos. Y entonces Judas buscó una ocasión favorable para entregarlo (Marcos, XVV, 11)

La traición se deduce de los debates del proceso. Los testigos de los Fariseos no pueden decir nada que permita inculparlo. Una vez descartados esos testigos, el Sumo Sacerdote se dirige nuevamente a Jesús y le pregunta: "¿Eres tú el Mesías?" Porque, para apoyar tal pretensión de parte de Jesús, sus antagonistas no habían encontrado testigos por la sencilla razón de que no los había. Ahora bien, el Sumo Sacerdote se encuentra aquí en posesión del secreto de Jesús. ¡Ésa era la traición de Judas! Por él supo el Sanedrín que Jesús pretendía ser distinto de aquél por quien le tenía el pueblo, y sin que él se defendiese.

La traición del secreto revelado a los discípulos en Cesárea de Filipos les procuró el motivo determinante de la acusación. Considerarse el profeta de los tiempos finales, Elías [el Precursor], no era una blasfemia contra Dios. ¡Pero pretenderse el Mesías era el ultraje supremo! La perfidia de la acusación consistió en que el Sumo Sacerdote atribuyó a Jesús la pretensión de considerarse el Mesías en su estado actual. Jesús lo recusó con la altiva frase de su llegada como Hijo del hombre. Bastó eso, sin embargo, para condenarlo por blasfemia contra Dios.

Tenemos, pues, tres revelaciones del secreto de la mesianidad, estrechamente ligadas entre sí, de modo que cada una presupone la precedente. En la montaña cercana a Bethsaida, Jesús confió a sus tres íntimos el misterio que le había sido revelado en ocasión de su bautismo. Fue después del tiempo de la cosecha. Algunas semanas más tarde, los doce se enteraron de ello en Cesárea de Filipos por la respuesta de Pedro a Jesús, inspirada en su conocimiento de lo que había sucedido en la montaña de la transfiguración. Uno de los Doce entrega el secreto al Sumo Sacerdote. Esta última revelación del secreto fue fatal, porque provocó la muerte de Jesús. Fue condenado como Mesías, aunque nunca se manifestó como tal.

* Sección 5. del Capítulo VIII (p. 143-45) del libro de Albert Schweitzer, “El secreto histórico de la vida de Jesús”, Ed. Siglo XX, Bs. As, 1967













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