Entradas populares

domingo, 10 de mayo de 2020

La tierra baldía





T. S. Eliot*



Para EZRA POUND
il miglior fabbro.



I. El Entierro de los Muertos

Abril es el mes más cruel, engendrando
Lilas de la tierra muerta, mezclando
Memoria y deseo, despertando
Raíces turbias con lluvias de primavera.
El invierno nos dio calor, cubriendo
La tierra con nieve de olvido, nutriendo
Con tubérculos resecos algo de vida tierna.
El verano nos sorprendió, cayendo
Sobre el Starnbergersee con ráfagas de lluvia;
Nos detuvimos en la galería, y luego seguimos bajo el sol
Hasta el Hofgarten, y bebimos café, y hablamos una hora.
Bin gar keine Russin, stamm´aus Litauen, ech deutsch.
Y cuando éramos niños, alojados con el archiduque,
Mi primo, él me sacó a pasear en trineo,
Y me dio miedo. Me dijo: Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y nos lanzamos.
En las cumbres, allí uno se siente libre.
Leo casi toda la noche, y voy al sur en invierno.

 ¿Qué raíces se adhieren con las uñas? ¿Qué ramas crecen
De este escombro de rocas? Hijo del hombre,
No lo puedes decir, o adivinar,
Porque sólo conoces un montón de imágenes rotas,
Donde el sol azota, y el árbol muerto no resguarda,
El grillo no da alivio, y la piedra seca no entrega el rumor del agua.  
Solamente hay sombra bajo esta roca roja
(Ven bajo la sombra de esta roca roja),
Y yo te enseñaré algo distinto, tanto
De tu sombra en la mañana caminando detrás de ti,
Como de tu sombra por la tarde alzándose para encontrarte;
Yo te enseñaré el miedo en un puñado de tierra seca.

Frisch weht der Wint
Der Heimat zu
Mein Irisch Kind,
Wo weilest du?

“Hace un año me diste jacintos por primera vez”;
“Me llamaron la chica de los jacintos”.
– Pero cuando volvimos del jardín de los jacintos, ya tarde,
Con tus brazos llenos, y tu pelo mojado, yo no podía
Ni hablar, se me empañaron los ojos, no estaba
Vivo ni muerto, y no sabía nada,
Mirando el interior del corazón de la luz, el silencio.
Oed’ und leer das Meer.

Madame Sosostris, la famosa clarividente,
Tenía un fuerte resfriado, sin embargo
Es sabido que es la mujer más sabia de Europa,
Con su pérfido mazo de naipes.
Aquí está tu carta, dijo, el Marino Fenicio ahogado,
(¡Mira! ¡Mira! ¡Si son perlas esas que fueron sus ojos!)
Y aquí está Belladonna, la Dama de las Rocas,
La Dama de las Situaciones.
Aquí está el hombre de los Tres Puñales,
Y aquí la Rueda, y aquí el Mercader Tuerto,
Y este naipe, que está en blanco, es de algo que él carga
En la espalda y que me han prohibido ver.
No encuentro al Hombre Ahorcado.
Ten miedo a la muerte por agua.
Veo muchedumbres de gente, dando vueltas en círculos.
Gracias. Si ves a la querida señora Equitone,
Dile que le llevo el horóscopo yo misma:
Una tiene que cuidarse tanto estos días.

   Ciudad Irreal
Bajo la niebla sucia de un amanecer de invierno,
Una muchedumbre fluía por el Puente de Londres. ¡Eran tantos!,
No pensé que la muerte hubiera destrozado a tantos.
Exhalaban suspiros cortos de vez en cuando
Y cada hombre llevaba clavada la vista delante de sus pies.
Cruzaban calle arriba la colina y bajaban por la calle King William,
Hasta donde la Santa María Woolnoth guarda las horas
Con un sonido muerto al final de cada novena campanada.
Allí vi a un conocido mío, y lo paré, gritando: “¡Stetson!
¡Stetson! ¡Tú que estuviste conmigo en los barcos de Mylae!
Ese cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
¿Ha comenzado a brotar?  ¿Florecerá este año?
¿O la escarcha helada dañó la tierra donde lo sembraste?
¡Oh! ¡Ten lejos de aquí al Perro, ese que es el amigo del hombre,
O con sus garras lo desenterrará de nuevo!
¡Tu! Hypocrite lecteur! –mon semblable, –mon frère!”

II. Una Partida de Ajedrez


La Silla en la que se sentó, relumbró en el mármol
Como un Trono refulgente, mientras el espejo
Soportado por estandartes labrados con racimos de viñas
---Desde donde un Cupido dorado atisbaba curioso
Y otro escondía los ojos bajo el ala---,
Reflejaba las llamas del candelabro de siete ramas
Bañando la mesa con parpadeos de luz   
Hacia los que ascendía, para encontrarla,
El brillo destellante de sus joyas encendidas
En estuches de satín esparcidos en rica profusión;
Desde esencieros abiertos de marfil y cristales de color,
Acechaban extraños perfumes sintéticos,
Ungüentos, polvos, o líquidos ---turbando, confundiendo
O ahogando los sentidos en aromas---, que ascendían
Agitados por el aire fresco de la ventana,
Cebando las alargadas flamas de las velas,
Hasta colgarse con el humo en los encofrados tallados   
Con formas y diseños oscilantes del artesonado.
Un grueso leño de mar alimentado por los cobres
Ardía en naranjas y verdes, enmarcado por la piedra coloreada
En cuya luz entristecida nadaba un delfín esculpido.
Sobre el antiguo manto de la chimenea se exhibía,
Como desde un ventanal abierto a una bucólica escena silvestre,
La metamorfosis de Filomela, forzada tan rudamente
Por el bárbaro tirano; pero a pesar de ello desde allí el ruiseñor
Sigue llenando el desierto con su acento inviolable
Y desde allí canta, y acosa todavía al mundo,
Con su “puii puii puii puii” para oídos indecentes.
Y otros muñones marchitos del tiempo
Se desplegaban sobre los muros; figuras mirando fijamente
Sobresalían reclinándose, silenciando el recinto encerrado.
Pasos sigilosos se arrastraron en la escalera.
Bajo la luz de las llamas, bajo el haz de sus rayos, su cabello
Esparcido en ardientes puntas
Refulgía en las palabras.
Luego cayó un silencio salvajemente mudo.


   “Estoy mal de los nervios esta noche. Si, si, mal.
Quedate conmigo. Hablame. Porqué nunca hablas.
Hablá. ¿En qué estás pensando? ¿Pensando en qué?
¿Qué? Yo nunca sé lo que estas pensando. Qué piensas”.


Pienso que estamos en el callejón de las ratas
Donde los muertos pierden sus huesos.


   “¿Qué es ese ruido?”
                             El viento bajo la puerta
“¿Y ahora qué ruido es? ¿Qué está haciendo el viento?”
                             Nada de nuevo nada
                                                         “¿Tú,
No sabes nada? ¿No ves nada? ¿No recuerdas
Nada?”


             Yo recuerdo
                                 Que son perlas esas que fueron sus ojos.
“¿Estas vivo o qué? ¿No tienes nada en la cabeza?”
                                                                                 Pero
Oh Oh Oh Oh ese Rag Shakesperiano ----
¡Es tan elegante,
Tan inteligente!
“¿Y ahora qué hago? ¿Qué voy a hacer ahora?
Me voy a salir así como estoy, a caminar en la calle
Con mi pelo suelto, así. ¿Qué haremos mañana?
¿Qué mismo vamos a hacer?”
                                                El agua caliente a las diez.
Y si llueve, una cabina cerrada a las cuatro,
Y jugaremos una partida de ajedrez,
Forzando nuestros ojos sin párpados
Esperando que toquen la puerta.


Cuando desmovilizaron al marido de Lily, yo le dije ---
No me ahorré las palabras, yo mismo se lo dije a ella,
APÚREN POR FAVOR, YA ES HORA
Ahora que Albert está volviendo, te tienes que arreglar.
Él va a querer saber qué has hecho con el dinero que te ha dado
Para que te pongan los dientes. Sí te dio. Yo estaba allí.
Que te saquen todos, Lily, y que te pongan una buena dentadura,
No aguanto mirarte, te dijo, lo juro.
Y tampoco yo aguanto, le dije, y piensa en el pobre Albert.
Ha estado en el ejército por cuatro años, y quiere pasarla bien,
Y si tú no le das gusto, otras lo van a hacer, le dije.
Ah otras lo van a hacer, dijo ella. Algo por el estilo, le dije yo.
Entonces sabré a quién agradecerle, dijo ella, y mírame de frente.
APÚREN POR FAVOR, YA ES HORA


Si no te gusta, te aguantas, le dije.
Otras podrán elegir y escogerlo, si tú no puedes.
Pero si Albert se va, no será porque yo no te he dicho.
Debiera darte vergüenza parecer tan vieja, le dije.
(Y sólo tiene treinta y uno).
No puedo hacer nada, dijo ella, poniendo la cara triste.
Son las píldoras que tomé para sacármelo, dijo.
(Ella ya tenía cinco, y casi murió con George, el menorcito).
El boticario dijo que no habría ningún problema, pero nunca más
                    he vuelto a ser la misma.
Eres realmente una tonta, le dije.
Si Albert no te deja en paz, bueno, ahí está, le dije.
Para qué te casas si no querías niños.
APÚREN POR FAVOR, YA ES HORA
Lo que pasa es que Albert estaba ese domingo en la casa
Y tenían una pierna asada de cerdo. Me invitaron a cenar,
Para probarla muy caliente y rica ----
APÚREN POR FAVOR, YA ES HORA
APÚREN POR FAVOR, YA ES HORA
Ya, buenas noches Bill. Buenas Lou. Buenas May. Buenas noches.
Adiós. Buenas noches. Adiós.
Buenas noches señoras y señoritas, buenas noches bonitas y dulces,
                buenas noches. Adiós. Buenas noches.


III. El Sermón del Fuego

La carpa del rio está rota; los últimos dedos de las hojas
Se adhieren y hunden en la orilla. El viento va cruzando
Los campos sin verdor, inaudible. Las ninfas han partido.
Dulce Támesis, fluye suave y sereno, hasta que termine mi canción.
El rio no lleva botellas vacías, ni envolturas de papel, ni cajas de cartón,
Ni pañuelos de seda olvidados, ni colillas aplastadas; ni otros testimonios
De las noches ardientes del verano. Las ninfas han partido.
Y sus amigos de unas horas, los errantes herederos de los accionistas
De la Bolsa, también se han ido; sin dejar su dirección.
En las orillas arenosas del Leman me senté en silencio y empecé a llorar…
Dulce Támesis, fluye suave y sereno, hasta que termine mi canción.
Dulce Támesis, fluye suave y sereno, porque este mi susurro no tiene duración.
Pero a mi espalda escucho, en un estallido seco,
El choque de los huesos y una risotada seca de oreja a oreja.

Una rata reptaba lentamente a través de las hierbas
Arrastrando su panza viscosa en la ribera
Mientras yo pescaba en el canal estancado,
Detrás de la planta de gas, durante una ronda
De anochecer del invierno; pensando
Sobre la desgracia de mi hermano el rey
Y en la muerte de mi padre el rey anterior a él.
Cuerpos blancos desnudos al ras del suelo húmedo
Y huesos botados en un pequeño desván seco en el piso,
Removidos, de año en año, solo por los pies de la rata.
Pero a mi espalda, de vez en cuando escucho la lata
Estridente de las bocinas y los motores que llevarán
A Sweeney donde la señora Porter en la primavera.
Oh, la luna brilló entera sobre la señora Porter
Y sobre la hija de ella
Ambas se lavan los pies con agua de bicarbonato de soda
Et O ces voix d’enfants, chantant dans la coupole
Puii puii puii puii
Tuqut tuqt tuqt tuqt tuuuq
Forzada tan rudamente
                 Tereo


     Ciudad Irreal
Bajo la niebla sucia de un mediodía de invierno,
El Sr. Eugénides, el mercader de Esmirna,
Sin afeitar, con un bolsillo lleno de pasas,
C.i.f. Londres: con documentos a la vista,
Me invitó en su francés ordinario,
A almorzar en el Hotel Cannon Street
Para pasar luego el fin de semana en el Hotel Metropole.


     A la hora violeta, cuando los ojos y las espaldas
Se enderezan hacia arriba en los escritorios,
Cuando el motor humano aguarda carburando
Como un taxi  mientras espera,
Yo, Tiresias, aunque ciego, oscilando entre dos vidas,
Un viejo con dos senos arrugados de mujer, puedo ver,
A la hora violeta, a la hora del atardecer que se arrastra hacia el hogar
Y trae al marinero de regreso a su casa desde el mar,
A la mecanógrafa en su piso a esa hora del té,
Recogiendo el desayuno, encendiendo la estufa
Y abriendo luego las conservas en lata.
Fuera de la ventana, sus combinaciones, peligrosamente colgadas,
Secándose acariciadas por los últimos rayos del sol,
Sobre el diván (por la noche su cama) se amontonan
Medias de seda, chancletas, enaguas, sostenes.
Yo Tiresias, un hombre viejo con tetas arrugadas,
Percibí la escena y predije lo demás----
También aguardando la llegada del invitado esperado.
Él, un hombre joven con forúnculos y mochos, llega como el que más,
Un empleado del agente de una pequeña firma,
Pero de mirada atrevida, uno de los de abajo con la seguridad
De los millonarios de Bradford y sus sombreros de copa.
El momento es propicio, imagina con tranquilidad,
La cena ha concluido, ella está aburrida y cansada,
Busca excitarla con caricias que todavía no se rechazan,
Pero que tampoco se desean. Ardiente y decidido, carga al asalto
De una vez; sus manos exploradoras
No encuentran resistencia, su vanidad no requiere
En realidad respuesta y agradece más bien la indiferencia.
(Y yo Tiresias que he sufrido por adelantado todo
Todo lo actuado y hecho sobre este mismo diván o cama;
Yo que he estado sentado en Tebas al pie de las murallas,
Yo que he andado entre los más despreciables muertos);  
Coloca un último beso paternal en la frente y luego busca cómo irse,
Para hallar las gradas del edificio a oscuras, sin las luces prendidas.

Ella se vuelve y mira un momento hacia el espejo,
A medias consciente de que su amante también ha partido;
Su cerebro deja pasar un pensamiento apenas constituido:
“Bueno, ya está hecho: y que bien que se acabó”.
Cuando una mujer hermosa peca de insensata
Y da vueltas otra vez por su cuarto, sobre sí,
Se alisa mecánicamente el cabello con la mano
Y pone con frenesí en el gramófono un disco en boga.


“Esta música se deslizó hacia mí sobre las aguas”
Y a lo largo del Strand, subiendo la calle Queen Victoria.
Oh Ciudad Ciudad, a veces puedo escuchar,
En la calle Lower Támesis, en el fondo de un bar,
El plañido agradable de una mandolina
Y el parloteo y el charloteo que llega desde allí dentro
Donde los pescadores pasan el tiempo al mediodía:
Allí donde los muros del Magno Mártir sostienen
Ese esplendor inexplicable Jónico, blanco y dorado.


El rio suda
Aceite y brea
Los botes flotan
La marea baja.
Las velas rojas
Extendidas
A sotavento, baten el pesado mástil.
Los botes salpican
Troncas perdidas
Bajando Greenwich
Pasando la Isla de los Perros.
                         Weialala leia
 Wallala leialala


Elizabeth y Leicester
Remando
La popa era
Una concha dorada
Roja y de oro
El rápido oleaje
Onduló las dos orillas
El viento del sudoeste    
Llevó corriente abajo    
Tañido de campanas    
Blancas torres
              Weialala leia
  Wallala leialala

“Tranvías y árboles polvorientos,
Highbury me concibió. Richmond y Kew
Me dejaron deshecha. En Richmond abrí las piernas
Decúbito en el piso de una canoa estrecha”.


“Mis pies están en Moorgate, mi corazón
Bajo mis pies. Tras el evento
El lloró. El prometió ‘un nuevo intento’.
Eso ni lo comento. ¿De qué me resiento yo?”


“Sobre las Arenas de Margate.
No llego a conectar
Nada con nada.
Las uñas rotas de las manos sucias.
Mi pueblo humilde pueblo que espera
Nada.”
                la la


A Cartago llegué entonces


Quemándome  quemándome  quemándome  quemándome

Oh Señor Tú me sacias
Oh Señor Tú sacias


      quemándome



IV. Muerte por agua 


Phlebas el Fenicio, ya quince días muerto,
Olvidó el canto de las gaviotas, el oleaje del hondo mar,
La pérdida y la ganancia.
                                           Una corriente bajo el mar
Recogió sus huesos en susurros. Mientras se elevaba y hundía
Él atravesó las fases de su edad y juventud
Cayendo en el remolino.
                                        Gentil o Judío
Oh tú que haces girar el timón y miras a barlovento
Piensa en Phlebas, quién fue una vez tan guapo y alto como tú.




V. Lo Que Dijo el Trueno

Después del fuego rojo de las antorchas sobre los rostros sudados
Después del silencio congelado en los jardines
Después de la agonía en esos pedregales
El bullicio y el griterío
De los palacios y la prisiones y el retumbar
Del trueno en la primavera más allá de los distantes cerros
Ese aquel que vivía ahora está muerto
Esos nosotros los que vivíamos ahora estamos muriendo
Con algo de paciencia

Aquí no hay agua sino sólo rocas
Rocas y nada de agua y el camino cubierto de arena
El camino serpenteando hacia arriba entre los cerros
Que son montañas de roca sin nada de agua

Si sólo hubiera agua nos detendríamos y beberíamos

Entre las rocas uno no se puede detener ni pensar
El sudor es seco y los pies pisan la arena
Si sólo hubiera agua entre las rocas

Boca de cerro muerto de dientes cariados incapaz de escupir
Aquí uno no puede quedar ni parado, ni tendido, ni estar sentado
Ni siquiera hay silencio entre los cerros
Sino solo hoscos rostros rojos burlándose y gruñendo
Desde las puertas de sucias chozas de barro
                        
Si hubiera agua
Y no rocas
Si hubiera rocas
Y también agua
Y más agua
Un manantial
Una poza entre las rocas
Si hubiera el murmullo del agua solamente
No la cigarra
Ni el canto de la hierba seca
Sino el sonido del agua sobre las rocas
Donde el zorzal ermitaño canta entre los pinos
Plic plac plic plac plac plac plac
Pero no hay agua

¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?
Cuando cuento, solamente estamos aquí tú y yo, juntos
Pero cuando miro hacia adelante subiendo por el blanco camino
Siempre hay otro caminando a tu lado
Deslizándose envuelto en un manto marrón, encapuchado
No sé si es hombre o mujer
------ ¿Pero quién es ese que está en tu otro lado?


Qué sonido es ese tan arriba en el aire
El murmullo de un lamento materno
Quienes esas encapuchadas hordas que hormiguean
Sobre planicies interminables, tropezando en la tierra quebrada
Rodeada solamente por el más plano horizonte
Cuál es la ciudad sobre los cerros
Que se agrieta y rehace y estalla en el aire violeta
Torres que se caen
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
Irreal


Una mujer jaló su largo ajustado cabello negro
Y tocó en esas cuerdas música en callados susurros
Y murciélagos con sus caras de bebés silbaban
En la luz violeta, y batían sus alas, arrastrándose con la cabeza abajo
Al descender por una pared ennegrecida  
Y en el aire colgaban las torres al revés
Doblando reminiscentes campanas, que marcaban las horas
Con las voces que salían cantando
Desde cisternas vacías y agotados aljibes.


En este agujero herido en las montañas
Bajo esta frágil luz de luna, la hierba está cantando
Sobre las tumbas caídas, cerca de la capilla
Allí está esa capilla vacía, solo una morada del viento,
No tiene ventanas, y la puerta golpea,
Los huesos secos no pueden dañar a nadie.
Solamente un gallo está erguido en la cumbrera
Cocorocó cocorocó
En un destello de relámpago.
Luego una ráfaga húmeda
Trayendo lluvia


El Ganges estaba seco, y las hojas caídas
Esperaban la lluvia, mientras las negras nubes
Se agolpaban muy lejos, sobre el Himavant
La jungla se agazapaba, recogiéndose en silencio.
Luego habló el trueno

DA

Datta: ¿Qué hemos ofrendado?
Amigo mío, la sangre que agita mi corazón
El atroz atrevimiento de un momento de obediencia
Que una era de prudencia ya no puede retractar
Por esto, y solo esto, hemos existido
Lo que no se ha de encontrar en nuestras necrologías
O en memorias revestidas por la útil araña
O bajo los sellos rotos por un enjuto notario
En nuestras salas vacías

DA

Daydhvam: He oído girar la llave en la puerta
Una vez y solo girar una vez
Pensamos en la llave, cada cual en su prisión
Pensando sobre la llave, cada cual confirma una prisión.

Solamente al anochecer, rumores etéreos
Resucitan un instante a un destruido Coriolano

DA

Damyata: La barca respondió
Jubilosamente a la mano experta con las velas y los remos
El océano estaba sereno, tu corazón hubiera respondido
Jubilosamente, de ser invitado, palpitando obedientemente,
A las manos que desearan controlarlo

Me senté sobre la orilla
Pescando, con la árida costa detrás de mí
¿Podré por fin poner mis tierras en orden?


Ya se cae  ya se cae  ya se cae  el Puente en Londres
Poi s’ascose nel foco che gli affina
Quando am ceu chelidon Oh Golondrina Golondrina
Le Prince dAquitaine à la tour abolie  
He apuntalado estos fragmentos contra mis ruinas
Pues entonces os supliré la Isla. Hierónymo enloqueció otra vez.
Datta. Dayadhvam. Damyata.

           Shantih  shantih  shantih




*The Waste Land 
T. S. Eliot (1922)

Traducción no definitiva en proceso de revisión por
Ricardo Calla Ortega
2015 – Septiembre a Marzo 2019 – Abril a Junio 2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario