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martes, 19 de mayo de 2020

Congoja bilingüe, vergüenza en traducción

por Silvana Rabinovich[1]
A la memoria de Ismail Mohammed Bakr (9), Mohammed Ramez Bakr (11), Zakaria Ahed Bakr (10), Ahed Atef Bakr (10), junto a la de los 213 muertos en Gaza en estos últimos días…  y a los de 2012, 2009 que se unen a los millones de seres humanos de todas las confesiones y de todas las naciones que, evocando al filósofo judío Emmanuel Levinas llamaremos víctimas del antisemitismo, esto es, del odio al otro ser humano.
Escribo estas palabras temblorosas mientras escucho una y otra vez a Java Alberstein que me susurra al oído, en hebreo, que todo hombre tiene nombre… lejol ish yesh shem (un viejo poema de Zelda). Y bendigo una y otra vez el trabajo imprescindible de aquellos que se encargan de recordar al mundo que cada uno de los asesinados tiene un nombre, y que en ese nombre se tejen el amor y el deseo de generaciones.[2] Y recuerdo a un autor Israelí de cuentos infantiles (Uri Orlev) que de niño estuvo en el ghetto de Varsovia y contaba cómo los niños juegan siempre, aun en medio de la muerte… Niños aprisionados en distintas lenguas, tiempos y lugares, obstinados siempre en jugar.
Los nombres, los nombres… Aquellos son los nombres donde al nacer se cifra la esperanza de los ancestros, ellos van tejiendo la “historia chica”.  Hay otros nombres que se inscriben en la “historia grande”, que a diferencia de los primeros no están dados con amor y deseo sino con soberbia y ambición. Esa franja de tierra que evoca el suicidio de Sansón y en español escribimos Gaza, en la lengua bíblica se lee como el adjetivo femenino “fuerte” עזה.[3] Alguien reflexionaba hace unos días que los niños de 5 años en esa tierra ya experimentaron tres prolongados bombardeos en cuyos nombres quisiera detenerme.
En 2008, durante los días de la festividad judía de januca, cuando en Israel los niños cantaban la canción del poeta Bialik a un trompo de plomo fundido, un militar se inspiró y le dio a una masacre que cobraría la vida de más de 300 menores palestinos[4] el nombre de ese juego infantil. En noviembre de 2012 el nombre que acompañaría al bombardeo de Gaza era de raigambre bíblica, “Columna de nube” (‘amud ‘anan, ענן עמוד que no “pilar de defensa” como llegó a través de su traducción inglesa),[5] evocaba ni más ni menos que la nube con la que Dios protegió del sol del desierto a los esclavos durante el éxodo de Egipto. Y hace unos días, tras otra operación de nombre bíblico, “guardián del hermano”, con la que el ejército de Israel denominó a la búsqueda de los responsables del asesinato de tres jóvenes israelíes, las fuerzas armadas se apropiaron del relato de Caín y Abel…[6]. Como desenlace de esta última, en estos días asistimos a un nombre hebreo (no bíblico) que por supuesto evoca la omnipotencia, tsuk eitan (איתן צוק ) significa “peñasco fuerte” y según se dice, el militar que lo bautizó así vio que allí convergen la fuerza que frente al enemigo despliega el IDF (eitan) con el pueblo fortalecido detrás suyo (tsuk). Claro que las traducciones se prestan a eufemismos, y el inglés prefiere un nombre más defensivo que belicoso, por eso hoy lo conocemos como “margen protector”.
Estos nombres de la “historia grande” a veces irrumpen en la “historia chica” cercenando vidas. Fue por eso que en 2009 un grupo de mexicanos (muchos de nosotros, judíos a los que no nos bastaba decir “no en mi nombre”) nos reunimos en una iniciativa ciudadana a la que le dimos un nombre lleno de vergüenza y de dolor: “adopta a un niño muerto”. Ese nombre sigue causando escozor. Aquella invitación, insoportable por ser imposible y no dar margen a la autocomplacencia, era y sigue incitando a la memoria. Adoptar a un niño muerto, evocar las circunstancias en que su juego fue interrumpido para siempre por una explosión causada por un arma teledirigida proveniente de un ejército muy poderoso que alardea de su precisión “quirúrgica”, era una manera de resistir a los números que los englobaban en el eufemismo “daños colaterales”. Adoptar a un niño muerto no significaba usurpar el derecho de sus familias a la memoria, sino hacer resonar nombres inaudibles de personas invisibilizadas por el mundo occidental. Adoptar la memoria de un niñomuerto mucho menos alentaba un sentimentalismo falaz, apenas se preguntaba por el porvenir. El horrible nombre de nuestra iniciativa se encuentra en el cruce de caminos entre la historia chica y la historia grande y, al igual que la Esfinge, desde la encrucijada nos desafía con un enigma que concierne a la vulnerabilidad humana (la única hoy capaz de poner un alto definitivo a la violencia asesina de mis nada gloriosos hermanos).



[1] Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM, autora de La Biblia y el drone. Sobre usos y abusos de figuras bíblicas en el discurso político de Israel, Madrid, IEPALA, 2013. Miembro de la iniciativa ciudadana ante las muertes de menores en Gaza “Adopta a un niño muerto” (México, a partir de 2009).www.uninomuerto.blogspot.com y en facebook “Adopta un niño muerto”.
[2] Cf. Michal Rotem http://972mag.com/i-am-the-woman-who-translates-the-names-of-the-dead/93701/
[3] A esa tierra llegó por mar un pueblo fuerte que conocía el hierro: los filisteos, contra quienes Sansón cometió el primer atentado suicida de la historia.
[4] Cifras de la ONG israelí B’tselem http://www.btselem.org/statistics/fatalities/during-cast-lead/by-date-of-event
[5] Cf. Éxodo 13:21 “Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche”
[6]Génesis 4:9 “ Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”

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